La retratista mexicana ha conectado la tradición surrealista de su país con el presente y ha dignificado su cltura popular y rural. Leer
La retratista mexicana ha conectado la tradición surrealista de su país con el presente y ha dignificado su cltura popular y rural. Leer
Graciela Itúrbide, la fotógrafa mexicana (Ciudad de México, 1942) que ha conectado la tradición surrealista de su país con el presente y que ha retratado y ennoblecido su cultura popular, recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Artes, según el fallo anunciado esta mañana en Oviedo. Itúrbide sucederá en el palmarés al cantautor español Joan Manuel Serrat y a la actriz estadounidense Meryl Streep. Es la primera mexicana que recibe el premio.. «Dueña de una mirada innovadora y dotada de una extraordinaria profundidad artística, la lente de Iturbide ha retratado la naturaleza humana a través de fotografías cargadas de simbolismo, que crean un mundo propio: desde lo primitivo a lo contemporáneo; desde la crudeza de la realidad social hasta la magia espontánea del instante», dice el acta del jurado. «La obra de Graciela Iturbide, en blanco y negro, combina lo documental con un sentido poético de la imagen. A través de su cámara capta la vida cotidiana de México, con una mirada profunda, respetuosa y evocadora. Sus imágenes no solo muestran lo que ve, sino también lo que siente. Cada fotografía tiene una carga emocional y cultural que nos invita a mirar más allá de lo visible».. La noticia de la obra de Itúrbide en España llegó tarde pero no ha dejado de crecer desde su primera exposición antológica, celebrada en el Centro José Guerrero de Granada y en la Fundación Mapfre de Madrid en 2009. Después, sus fotografías se vieron en el Centro de Arte Alcobendas en 2018 y volverán este año a Photoespaña. Por el camino, La Fábrica publicó Lady Iguana, una novela gráfica de Isabel Quintero y Zeke Peña que narraba la vida de Itúrbide y que funcionaba como una explicación de su obra.. Un resumen: Itúrbide nació en una familia de 13 hermanos. Quiso ser escritora pero se casó a los 19 años, tuvo hijos y dejó apartada su vocación. Vio morir a una hija llamada Claudia, se divorció y, en busca de un sentido para su duelo, empezó a estudiar cursos de escritura de guiones cinematográficos en la Universidad Autónoma de México. El contacto con el cine redirigió su interés hacia la imagen. Itúrbide llegó a una escuela de fotografía en 1970. Fue el momento que le cambió la vida.. Mujeres de México, de Graciela Itúrbide.. Allí, Manuel Álvarez Bravo fue su maestro, no sólo en la técnica del oficio sino en su enfoque ético. Álvarez Bravo, 40 años mayor que su alumna, había trabajado con Tina Modotti, con Cartier-Bresson, con Frida Kahlo y con los muralistas mexicanos y había sido reconocido por André Breton como un auténtico surrealista. Cuando su carrera se cruzó con la de Itúrbide, su obsesión era el tiempo. Según se cuenta en Lady Iguana, su enseñanza consistió en transmitir el valor de la paciencia. Fotografiar era esperar, no forzar nunca, dejar que las cosas ocurrieran, estar ahí.. En 1971, Itúrbide y Álvarez Bravo viajaron al interior de su país, a un mundo de campesinos indígenas, que hasta entonces había ignorado la nueva premiada y que fue una especie de epifanía en su vida. La fotógrafa se fijó en los seris, los habitantes del desierto de Sonora, y los retrató en la serie Los que viven en la arena. Aquellas eran fotografías en blanco y negro, un poco neorrealistas, un poco antropológicas, secretamente bromistas… A ese reportaje pertenece Mujer ángel, la imagen más conocida de Itúrbide. En ella, una mujer aparece de espaldas, vestida con una falda vaporosa como un fantasma gótico en un paisaje lunar. En realidad, la falda es un vestido tradicional seri. En una mano lleva un radiocasete, y ese detalle parece un guiño a la tradición surrealista transmitida por Álvarez Bravo.. ‘Angelito mexicano’, de Graciela Itúrbide.. Esa conexión es fácil de rastrear en la obra de Itúrbide. En 1979 fotografió a las mujeres de su ciudad como si hubiesen salido de cuadros barrocos de vírgenes absurdas. En 1989 se autorretrató con conchas en la cara. En 2004, accedió a la casa de Frida Kahlo y retrató su bañera, llena de objetos encontrados: las muletas de la artista, sus botas, un retrato de Stalin, una tortuga, un corsé ortopédico, los pies de la fotógrafa…. Hay otro hilo que explica la figura de Itúrbide: el feminismo. Entre 1979 y 1989, la fotógrafa trabajó, invitada por el artista oaxaqueño Francisco, en un pueblo llamado Juchitán, una comunidad zapoteca conocida por estar regida por un matriarcado campesino y autónomo. La fotografía más famosa de esa serie es la de una mujer que mira al cielo con una iguana en la cabeza, como si saliese de un retrato surrealista. Itúrbide, que en los años 60 militó en el Partido Comunista, renunció a otra definición que la de feminista. Y, en realidad, en Lady Iguana, su retrato se desligaba de la política y se dirigía hacia alguna forma de espiritualidad. En aquellas páginas se explicaba que hay una obsesión que recorre la obra de la fotógrafa: la de los pájaros, eterno símbolo de la libertad.
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