Las generaciones suelen definirse por letras (X, Y, Z…) o por categorías: tenemos a los boomers o hijos del baby boom, servidor pertenece a la “generación Erasmus”, y luego está la “generación extraescolar”. Berta Prieto es una creadora de veintiséis años que, pese a su rabiosa juventud, ya ha estrenado varios espectáculos con su compañía Las Chatis de Montalbán y orgullosamente se autoproclama “la niña mimada de la Sala Beckett”. Muchos la conocieron por Autodefensa, la (imprescindible) serie de Filmin que creó junto a su amiga Belén Barenys y Miguel Ángel Blanca. Ahora está sacudiendo el aburrido y previsible panorama escénico catalán con Del fandom al troleig. Una sàtira del bla bla bla. Un título nada catchy para un espectáculo divertidísimo.
Inteligencia, humor y un análisis sociológico muy afilado recorren este montaje escrito y dirigido por Prieto: estamos ante una reivindicación de la estupidez y la felicidad que comporta frente a la presión contemporánea de estar siempre a la altura. Con el público sentado a ambos lados en unas gradas sin butacas (escenografía de Paula González) asistimos a un espectáculo que reúne el chascarrillo con la crítica social, la parodia con la reflexión existencialista, el circo romano con la galería de arte conceptual. La inesperada profundidad del meme. Usando los códigos del musical (fantásticas canciones de Barenys), la farsa o la performance, el montaje está protagonizado por cinco actrices estupendas que parodian el overthinking y el silly privilege de nuestra época. Estas son: la jovencísima Roser Dresaire con su tutú, Laura Roig y su euforia descerebrada, la cineasta Irene Moray y su alfombra roja portátil, Belén Barenys y su hombre tonto (personaje que merece un spin off) y la cómica Judit Martín, la más veterana del grupo, que nos regala un final épico entre esta locura de pelucas y lentejuelas.
El montaje propaga una verdad como un templo: todos queremos ser artistas y, en realidad, todos podemos ser artistas
La salud mental, el feminismo, los mommy issues o el cambio climático son parodiados sin piedad por Prieto, que con su alter ego Paula Miró nos viene a decir que los tontos son mucho más felices. La gimnasta Simone Biles, los libros de Anagrama o una periodista cultural que sintetiza todos los males de nuestro presente conviven alegremente en este espectáculo bizarro que reivindica una verdad como un templo: todos queremos ser artistas y, en realidad, todos podemos ser artistas.
Berta Prieto usa códigos musicales en un espectáculo bizarro para reivindicar la simpleza y la euforia frente a la presión contemporánea de estar siempre a la altura EL PAÍS
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia
Berta Prieto usa códigos musicales en un espectáculo bizarro para reivindicar la simpleza y la euforia frente a la presión contemporánea de estar siempre a la altura
Las generaciones suelen definirse por letras (X, Y, Z…) o por categorías: tenemos a los boomers o hijos del baby boom, servidor pertenece a la “generación Erasmus”, y luego está la “generación extraescolar”. Berta Prieto es una creadora de veintiséis años que, pese a su rabiosa juventud, ya ha estrenado varios espectáculos con su compañía Las Chatis de Montalbán y orgullosamente se autoproclama “la niña mimada de la Sala Beckett”. Muchos la conocieron por Autodefensa, la (imprescindible) serie de Filmin que creó junto a su amiga Belén Barenys y Miguel Ángel Blanca. Ahora está sacudiendo el aburrido y previsible panorama escénico catalán con Del fandom al troleig. Una sàtira del bla bla bla. Un título nada catchy para un espectáculo divertidísimo.
Inteligencia, humor y un análisis sociológico muy afilado recorren este montaje escrito y dirigido por Prieto: estamos ante una reivindicación de la estupidez y la felicidad que comporta frente a la presión contemporánea de estar siempre a la altura. Con el público sentado a ambos lados en unas gradas sin butacas (escenografía de Paula González) asistimos a un espectáculo que reúne el chascarrillo con la crítica social, la parodia con la reflexión existencialista, el circo romano con la galería de arte conceptual. La inesperada profundidad del meme. Usando los códigos del musical (fantásticas canciones de Barenys), la farsa o la performance, el montaje está protagonizado por cinco actrices estupendas que parodian el overthinking y el silly privilege de nuestra época. Estas son: la jovencísima Roser Dresaire con su tutú, Laura Roig y su euforia descerebrada, la cineasta Irene Moray y su alfombra roja portátil, Belén Barenys y su hombre tonto (personaje que merece un spin off) y la cómica Judit Martín, la más veterana del grupo, que nos regala un final épico entre esta locura de pelucas y lentejuelas.
El montaje propaga una verdad como un templo: todos queremos ser artistas y, en realidad, todos podemos ser artistas
La salud mental, el feminismo, los mommy issues o el cambio climático son parodiados sin piedad por Prieto, que con su alter ego Paula Miró nos viene a decir que los tontos son mucho más felices. La gimnasta Simone Biles, los libros de Anagrama o una periodista cultural que sintetiza todos los males de nuestro presente conviven alegremente en este espectáculo bizarro que reivindica una verdad como un templo: todos queremos ser artistas y, en realidad, todos podemos ser artistas.
Del fandom al troleig. Una sàtira del bla bla bla
Texto y dirección: Berta Prieto
Reparto: Belén Barenys, Roser Dresaire, Judit Martín, Irene Moray y Laura Roig.
Sala Beckett. Barcelona. Hasta el 8 de diciembre.
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Sobre la firma
Oriol Puig Taulé (Sabadell, 1980) es crítico y cronista de artes escénicas. Es licenciado en Historia del Arte y tiene un Máster en Estudios Teatrales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Coordina la sección de teatro y danza del digital cultural ‘Núvol’, y lo encontraréis en los escenarios más insospechados
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