La actriz recibe el León de Oro de honor a sus 92 años y la redescubre como la única estrella que se atrevió a discutir el poder de Hollywood de la mano del documental Kim Novak’s Vertigo Leer
La actriz recibe el León de Oro de honor a sus 92 años y la redescubre como la única estrella que se atrevió a discutir el poder de Hollywood de la mano del documental Kim Novak’s Vertigo Leer
Se quejaba Hitchcock de que hubiese preferido a Vera Miles, como en un principio estaba pensado, antes que a Kim Novak para el papel de doble protagonista en Vértigo. Se lamentaba el director de lo que consideraba él mismo un «fallo que hay en el relato» en el momento en el que el marido arroja el cadáver de su mujer desde el campanario («¿Cómo podía saber que James Stewart no iba a subir las escaleras?»). Y se dolía incluso de que aquella película en la que tanto puso y por la que tanto se arriesgó apenas «cubrió gastos». Kim Novak también y en su momento puso sus peros a la cinta que, con el correr del tiempo, la convertiría en mito. Y así se lo hizo a saber a su director. No le cuadraba alguna que otra incongruencia del guion. «Le dije: ‘No entiendo por qué ves a Madeleine en la ventana del hotel y luego desaparece. ¿Cómo sale del hotel?’. Y él respondió: ‘Ay, querida, en una película de misterio no todo tiene sentido'».. Las palabras del director podrían pasar por el auténtico argumento de la vida de la actriz que a sus 92 se presentó en Venecia de dos maneras diferentes y a la vez idénticas. Exactamente igual que sus personajes, Madeleine y Judy, de la cinta de 1958 protagonizada por Stewart. Primero lo hizo en el documental Kim Novak’s Vertigo, de Alexandre O. Philippe, en la forma como los actores aparecen en las películas, como un fantasma de eternidad. Y luego se presentó perfecta en su frágil cuerpo indestructible sobre la alfombra roja para recibir el León de Oro a toda la carrera. En verdad, el orden tendría que haber sido el contrario. Novak estaba convocada al mediodía ante los medios, pero excusó la presencia. Rigores de la edad o, quién sabe, de la rebeldía que ha presidido cada uno de sus pasos por Hollywood.. En efecto, hablamos de la estrella que después de tenerlo absolutamente todo, todo lo dejó. Aburrida de que solo contaran con ella para salir en bañador, en 1966, tras un matrimonio con el actor inglés Richard Johnson que duró menos de un año, se retiró sin dar más explicaciones. Estaba harta, harta del cine, harta de pelear contra su mito, harta de estar harta. Luego confesaría que había pasado demasiado tiempo de su vida luchando contra la depresión y que no se podía permitir volver a ese infierno. «Cuando eres feliz, estás en una nube más alta de lo que nadie puede ver. De repente, la nube se vuelve gris y empieza a presionarte, y antes de que te des cuenta, estás de nuevo en el fondo del pozo», declaró no hace tanto.. El documental Kim Novak’s Vertigo la muestra en su casa de Oregón rodeada de los lienzos que ocupan la mayor parte de su tiempo. Sí, Novak fue actriz y ahora pinta, pinta cuadros entre la irrealidad y el sueño sin renunciar a un aroma ligeramente kitsch de cualquier artista que no se deja impresionar por la academia. El director repasa su vida con ella, pero sin abusar. Dejando que el tiempo y la palabra pausada surjan sin el imperativo inquisitorial de las preguntas, los exámenes de conciencia o las incómodas recriminaciones. «Lo que descubrí con ella, y lo que espero que el público comprenda, es que Kim es mucho más que una estrella de cine. Es pintora, poeta, superviviente: una actriz profundamente incomprendida, décadas adelantada a su tiempo. En muchos sentidos, siempre fue Judy: transformada, renombrada y siempre anhelando ser vista por quien realmente es. Mi amor por Hitchcock me trajo hasta aquí, pero fue Kim quien hizo que el viaje fuera transformador», dice el director.. Una escena del documental ‘Kim Novak’s Vertigo’, de Alexandre O. Philippe.Gull House Films. Lo que vemos es, de nuevo, la imagen resplandeciente de una mujer que llegó al cine con apenas 21 años. Nació como Marilyn Pauline Novak en Chicago en una familia de origen checo. Su padre había sido profesor de historia, pero sobrevivió a la Gran Depresión trabajando en el ferrocarril. Mientras, su madre se empleaba en una fábrica de fajas para sacudirse la pobreza de encima. Fue la madre la que la mantuvo con coletas durante toda su infancia y no le permitió usar maquillaje para asegurarse de no llamar la atención. Poco más tarde, llamó la atención en un concurso de belleza para convertirse en Miss Reina de las Nieves. En una visita a los estudios RKO, fue invitada a ser extra en dos películas y contratada por el estudio Columbia, dirigido por el temible Harry Cohn.. Su primer papel la coloca en la película La casa número 322, de 1954, junto a Fred McMurray, quien era un cuarto de siglo mayor que ella. Más tarde, El hombre del brazo de oro, con Frank Sinatra. Y un año después, protagonizaba la película ganadora del Oscar Picnic como Madge, la joven que se enamora del vagabundo al que da vida William Holden. Y así hasta llegar a Vértigo. La obra maestra de Hitchcock que, como quizá le pasará a la propia Novak, fue despreciada en su momento. O solo ignorada y catalogada como la más barroca y artificial de las películas de Hitchcock. No hace tanto, el British Film Institute la votó como la mejor película de todos los tiempos.. El documental no hace presa en los episodios más crudos de su vida, pero tampoco los evita. Cuenta que fue una niña no deseada, que su madre intentó primero abortar y hasta intentó ahogarla de bebé con una almohada. Apenas recuerda el episodio más brutal sufrido cuando fue violada por un grupo de hombres, pero, de alguna manera, queda ahí. «Heredé mi enfermedad mental de mi padre, pero la violación debió agravarla», comentó no hace tanto. Según ella misma relata todo ocurrió en el asiento trasero del coche de un desconocido. Nunca les contó a sus padres que había sufrido por parte de otros niños, y mucho menos la violación.. Más tarde, ya en Hollywood, sufrió el racismo de manera, si se quiere, diferida. Cuando circularon rumores de que Novak salía con Sammy Davis Jr., el jefe de Columbia decidió cortar por lo sano. «Sammy había perdido un ojo en un accidente y Harry Cohn amenazó con quitarle el otro. Estoy segura de que habría convencido a sus amigos mafiosos para que lo hicieran», comentó tiempo atrás.. Ahora, retirada, se cumple de algún modo la profecía de Vértigo. Pero al revés. Si en la película ella sufre la imposición de ser el objeto del deseo de los demás, se diría que ahora Kim Novak es exactamente ella, contra Hollywood, contra todos. Sin resentimientos. «Cuando dejé Hollywood, lo sentí como una liberación», dice. Pocas veces el León de Oro de honor se antojó tan resplandeciente.
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