Desde el narcomusical Emilia Pérez protagonizado por Karla Sofía Gascón, primera mujer trans en ser candidata, a The Apprentice, una parodia del presidente, las nominaciones anunciadas ayer se erigen como una contestación al triunfo conservador Leer
Desde el narcomusical Emilia Pérez protagonizado por Karla Sofía Gascón, primera mujer trans en ser candidata, a The Apprentice, una parodia del presidente, las nominaciones anunciadas ayer se erigen como una contestación al triunfo conservador Leer
Donald Trump no quiere a Hollywood y, por si alguien se lo preguntaba, el sentimiento es recíproco. Hasta aquí nada nuevo. La novedad es quizá la intensidad de la declaración, de la declaración de desprecio, odio o simplemente resistencia a una agenda, la del nuevo presidente y los suyos, que niega todo aquello de lo que presume la industria del cine en particular y tal vez el arte, así en general. Las nominaciones a los Oscar anunciadas ayer dejaron poco espacio para la duda. De buena mañana, los cómicos Rachel Sennott y Bowen Yang leyeron una a una las candidaturas y desde Emilia Pérez, la película de Jacques Audiard que alcanzó las 13 posibilidades de estatuilla, a The Apprentice (una brutal parodia de los años de formación de precisamente Trump), que se quedó con dos, las cosas quedaron claras. Meridianas incluso. Pocas veces, los candidatos lucieron tan diversos, tan inclusivos, tan queer, tan en mujer (pese a la carestía endémica de directoras: solo Coralie Fargeat, por La sustancia, pasa el corte)…. De entrada, la gran protagonista de la mañana (casi madrugada) no fue otra que, para probablemente disgusto de J.K. Rowling, Karla Sofía Gascón. La actriz española de Alcobendas, del mismo Alcobendas de Penélope Cruz, no solo ha sido, y para la eternidad, la primera intérprete trans en alzarse con el premio en Cannes, sino que apunta maneras para conseguir la misma marca en el más visible y global de los escaparates imaginable. De momento, ya es la primera mujer trans en ser nominada. Cuando ganó en La Croisette la extrema derecha francesa salió en tromba. Pues ahora más. Ella es Manitas y Emilia Pérez. Ella es la más sorprendente actriz del año sin el menor género (nunca mejor dicho) de dudas.. Sus competidoras en la categoría, una a una, tampoco quedan atrás en su voluntad antitrumpista. O solo decente. Demi Moore relee su propia mitología en La sustancia, una película firmada por Coralie Fargeat que desnuda la obsesión por lo joven transformada en esclavitud en el caso de la mujer. Cynthia Erivo convierte su trabajo en Wicked en una soberbia fábula sobre el poder simplificador y hasta maltratador de las noticias falsas. La bruja mala es la otra. Mikey Madison hace de su actuación en Anora como trabajadora sexual un espacio de libertad y reivindicación. Y Fernanda Torres (Aún estoy aquí) nos recuerda las atrocidades de la dictadura brasileña que justifica el amigo de Trump Bolsonaro. Y así.. Karla Sofía Gascón, muy emocionada por la nominación al Oscar: «¡A ganar ahora!». ‘The Brutalist’ responde con su canto a la emigración a los miles de soldados que se anuncian para la frontera sur. Para que quede claro el entusiasmo de la Academia en la contestación, no conviene olvidar que el desmedido narcomusical que transcurre en México se ha quedado a una candidatura tan solo de formar parte del grupo selecto que integran Titanic, Eva al desnudo y La la land. Lo que ya es titular es que estamos ante la primera producción internacional (en este caso francesa) en llegar tan alto. Se quiera o no, no queda más remedio que interpretar la lista de nominados que conocimos ayer como un mensaje. ¿De qué? Eso ya depende de cada uno: de llamada a la resistencia, de contestación, de tozudez, de vergüenza incluso… Pase lo que pase, la atrevida, desmedida e irresistible propuesta de la película francesa está ahí con las nominaciones a la película, la dirección, sus dos actrices (Karla al lado de Zoe Saldaña), la fotografía, el montaje… y hasta dos de sus canciones para la polémica (El mal y Mi camino) y, dado el caso, la insurrección. Entusiasma a unos (queda claro) con la misma fuerza que cabrea a parte de México, al alma pura del movimiento queer y, sobre todo, a toda la derecha, se vista como se vista de radical, moderada o medio pensionista. Es raro. En poco menos de seis meses desde su estreno, Emilia Pérez ha pasado de ser la diana de ese grupo más o menos nutrido, más o menos consciente, de tránsfobos en los que entran los propios tránsfobos con carné y hasta los tránsfobos que no lo declaran (feministas históricas, por ejemplo), a convertirse en casi una herida abierta para el extremo geométrica y perfectamente contrario. Nos pongamos como nos pongamos, Karla Sofía Gascón y su Emilia Pérez ha venido para cambiar el mundo. Aunque esto último puede ser algo exagerado.. Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gomez protagonizan ‘Emilia Pérez’.Etienne LAURENT / AFP. Las dos siguientes películas en número de opciones -las dos con 10- son The Brutalist, de Brady Corbet, y Wicked, de Jon M Chu, y las dos están ahí para algo parecido que la primera. La historia del arquitecto que emigra a Estados Unidos huyendo del Holocausto es por orden: a) un canto a la emigración como verdadera naturaleza de Estados Unidos, b) una reivindicación del arte moderno frente al neocorservadurismo estético e historicista que todo lo invade hoy, y c) una arriesgadísima propuesta contra cualquier modo de conservadurismo (otra vez) del Hollywood más adocenado. De nuevo, más leña. Wicked no es tan así, pero en su esencia, ya se ha dicho, se trata de un musical que discute el exceso de simpleza a la hora de separar a los buenos y puros de los malos y mestizos. Y así. Se diría que los miles de soldados que planea Trump para la frontera son exactamente lo contrario de muchas cosas, incluidas cada una de las películas nominadas en los puestos altos juntas o por separado.. ‘Cónclave’ deja en pañales el sermón de La obispa que tuvo que escuchar con tanto disgusto el presidente. Un peldaño más abajo, la línea de argumentación no decae. A Complete Unkown, de James Mangold y con ocho candidaturas, se adapta a las características básicas de la producción de prestigio que durante tanto tiempo ha marcado el ritmo en la industria estadounidense en general y en los Oscar en particular. Pero la vida de Bob Dylan (o, mejor, la parte de su existencia que le convirtió en mito) es exactamente eso: la vida de un tipo que cantó contra Vietnam y contra Nixon. Y, de hecho, la película es, entre otras cosas, una bonita excusa para un virtuoso viaje en el tiempo, de un tiempo de revolución y protesta que, definitivamente, nada tiene que ver con éste. Es más, es justo el opuesto.. Otra cosa es la cosa y el alma de Cónclave, también ocho veces nominada. De repente, la elección del papa de Roma da para un thriller con lectura extremadamente disruptiva al fondo que deja en pañales el sermón de la obispa episcopal Mariann Edgar Budde que tuvo que escuchar con tanto disgusto Trump el día de su coronación. De Anora, la flamante Palma de Oro en Cannes que consigue ser nombrada seis veces, más de lo mismo. Lo que hace Baker en su prodigiosa película es una comedia desesperada a la vez que una furibunda y muy lúcida lectura sin victimismos ni trucos melodramáticos del submundo de asuntos tales como el machismo, la prostitución y la obscenidad de las oligarquías. Ni una puntada sin hilo.. Pero la virulencia antiloquepasa no acaba aquí. Junto a las ya citadas, entre las nominadas en la categoría más importante, la de mejor película, también figuran Dune: Parte 2, de Denis Villeneuve,la antes mencionada Aún estoy aquí, de Walter Salles, Nickel Boys, de RaMell Ross, y, ya se ha dicho, La sustancia, de Coralie Fargeat. Hacer notar únicamente que la primera es una fábula ecologista contra la explotación capitalista de los recursos, la segunda sigue siendo un alegato contra la brutalidad de la dictadura fascista brasileña, la tercera es una adaptación magistral y sorprendente (toda ella en primera persona, en plano subjetivo) de la novela evidentemente antirracista de Colson Whitehead y la última es feminista hasta la gloriosa escena final. ¿Alguien da más?. Pues sí, alguien da más. Solo fijarse en los actores principales y en que más allá de los enormes trabajos de Brody, Chalamet y Fiennes, se encuentran los no menos desmedidos esfuerzos de Colman Domingo en el drama carcelario Sing Sing, de Greg Kwedar, con la bandera del único negro candidato y, atentos, Sebastian Stan en el papel de, de nuevo, Donald Trump. Sí, tenía que ser él. Los años de juventud del magnate dan para un retrato desquiciado y despiadado en The Apprentice, de Ali Abbasi. Definitivamente, la era Trump empieza con los Oscar más antitrumpistas imaginables.
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