El día que se harten de tanta condescendencia y dejen de ir al cine, al teatro y a exposiciones vamos a tener un problema serio. Tratamos demasiado mal a las señoras. Leer
El día que se harten de tanta condescendencia y dejen de ir al cine, al teatro y a exposiciones vamos a tener un problema serio. Tratamos demasiado mal a las señoras. Leer
Me costó encontrar dónde sentarme en la presentación del libro de una autora amiga. Aunque llegué con tiempo, aquello estaba ya repleto, mayoritariamente de señoras entre 60 y 80 años, algunas con pañuelos de Hermès y otras con fulares de Zara, algunas con sus maridos y otras, las más, con otras señoras similares. Fortificadas todas en sus asientos desde hacía un rato largo porque «o vienes prontito o te quedas sin sitio, hijo», como me dijo una.. Mis sesiones favoritas de mis cines favoritos tienen una demografía similar. Con esas señoras (mis señoras) he visto Los domingos y Los Rose, pero también Titane, MaXXXine y El triángulo de la tristeza. Más unas cuantas pelis de esas en las que Jane Fonda y otras señoras (en este caso, de Hollywood) hacen cosas que algunos memos consideran osadas: viajar, trabajar, querer vivir solas, follar, acertar, equivocarse. Supongo que las señoras de allí, como las de aquí, van al cine, al teatro, a exposiciones y a presentaciones de libros. A veces creo que sin esas señoras todo esto de la industria cultural se vendría abajo. Las señoras, todas, hacen de todo porque tienen derecho a hacer de todo. Y eso incluye bañarse desnudas en el mar, trasnochar y votar a quien les da la gana.. Las señoras son una y muchas. Juntas, eso sí, son un público objetivo que el cine y la televisión, que con frecuencia las desprecian, quizá no se merezcan. Supongo que Las Señoras (amigos de la redacción de EL MUNDO, no me quitéis las mayúsculas) se emocionarían viendo a Emma Vilarasau, nacida en 1959, recoger el año pasado premios por su señora Montse de Casa en llamas. Y disfrutarían con Carmen Machi (1963) negándose a jubilarse mal en Celeste o acabando con un batallón entero en Tratamos demasiado bien a las mujeres, donde se vale de todas sus armas para salirse con la suya. Una señora, nunca mejor dicho, de armas tomar. Igual que Elena Irureta y Ane Gabarain, que han señoreado juntas tanto en Patria como en la recién estrenada Gaua y no creo que nadie, ni en la serie de Aitor Gabilondo ni en la película de Paul Urkijo, las considere dos abuelas entrañables e inofensivas. A sus más de 80 años, Petra Martínez, copresentadora de la próxima gala de los premios Feroz, tampoco entra en esa categoría. O Carmen Maura, que este año tiene dos películas en las que, en registros muy distintos, se niega a ser sólo añosa y prescindible. Maura es tan fundamental dentro de la pantalla como sus compañeras de generación en el patio de butacas, unas con bolsos de Loewe, otras con su imitaciones de mercadillo y alguna con una tote bag de Netflix que me dejé yo olvidada en mi sesión de The Brutalist. Dentro solo llevaba un paraguas, no vaya a ser que a la salida del cine esté lloviendo, y un fular, por si acaso el aire acondicionado de dentro está puesto como para los pingüinos. Una señora precavida.. El otro día, una señora de mi clase habitual de yoga me recomendó otro horario y otra profesora. «Esta clase es muy para señoras, yo prefiero algo más cañero», me dijo. Así me gusta, reapropiándose del insulto señora. Le hice caso y cambié al otro horario y la otra profesora. Efectivamente: menuda paliza de yoga avanzado. Y ahí estaba ella, la señora-no-señora, plegándose en equilibrio sobre sí misma con la misma soltura con la que otras te critican a Albert Serra. El día que las señoras se harten de tanta condescendencia y dejen de ir al cine, al teatro y a exposiciones vamos a tener un problema serio. Tratamos demasiado mal a las señoras.
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