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Piscinas, azoteas y camas para siestas: todo se ofrece por tramos. La capital convierte su ocio más cotidiano en mercancía temporal. La idea nació en Francia en 2017
Madrid se alquila por horas. Chalets con piscina por horas, azoteas privadas transformadas en salones de fiesta y camas disponibles para dormir media hora por menos de dos euros. Este verano, Madrid da la sensación de que todo se alquila, se reserva y se paga por horas. La fórmula es sencilla: alguien sube unas fotos, fija un precio y espera a que le lleguen las reservas.. El modelo, que recuerda a Airbnb pero en versión exprés, suma adeptos. Tres actores lo sostienen: el anfitrión que convierte su terraza en escaparate, la plataforma que se queda con un 20% de comisión y el cliente que paga por disfrutar lo que no puede, o no quiere, mantener de forma permanente.. La idea no nació aquí. Swimmy, autodenominado el Airbnb del agua, se lanzó en Francia en 2017. España tardó poco en sumarse. “Madrid se ha convertido en un producto”, diagnostica el geógrafo Vicent Molins, autor de Ciudad Clickbait. “Lo cotidiano se fragmenta y se vende por minutos. Eso expulsa a los vecinos y empobrece la convivencia urbana. Las plataformas celebran la eficiencia que vacía la ciudad de sujetos con proyectos de vida. Si no se actúa, la marca crecerá, pero la ciudad dejará de ser habitable”.. El chapuzón se paga por horas. Con la capital rondando los 30 grados, las piscinas cotizan al alza. Pero no todos tienen una a mano. Madrid solo cuenta con 25 piscinas públicas, frente a 2.761 comunitarias y miles de privadas. Ese desequilibrio ha convertido un bien escaso en oportunidad de negocio.. En Boadilla del Monte, Juan Viñambres, empresario de 55 años, abrió su finca al público. “Tenemos más de 3.500 metros cuadrados que no utilizamos. La idea era alquilarla tres o cuatro veces. Al final fueron casi 30”, cuenta. Resultado: unos 6.000 euros en una sola temporada. “Al principio era raro abrir el jardín a desconocidos, pero no alquilas tu casa, solo la zona exterior”.. Las reservas llegan para celebraciones habituales: cumpleaños, despedidas, barbacoas. Familias, grupos de treintañeros y cuarentones con niños. Viñambres ha notado un patrón: “Recibimos muchos venezolanos y colombianos. Quizá tengan más cultura de organizar estos planes”. En su finca se puede pasar el día entero: “En un restaurante te dan dos horas. Aquí pasas el día entero”.. Cocopool, la plataforma que gestiona espacios como el suyo, busca profesionalizar el proceso: fotos, normas, validación. Después, se elige fecha y número de personas. “La media de uso es de seis horas y media, y el precio ronda entre 20 y 30 euros por persona”, explica su fundador, Gerard Xalabardé. Hoy cuentan con más de 200 piscinas en la Comunidad de Madrid y unas 850 en todo el país. Solo este verano han gestionado 6.000 reservas. Legalmente, no se necesita licencia turística: no hay pernoctación. Los ingresos se declaran como rentas del capital inmobiliario. La plataforma, eso sí, ha redactado contratos para proteger a los propietarios.. También se alquilan siestas. En Madrid, incluso dormir puede alquilarse. En el interior de Siesta & Go, un local en Nuevos Ministerios, no hay lujos. Camas sencillas, literas con cortinas, cabinas de madera. Más albergue improvisado que hotel cápsula. Lo básico: sábanas, aire acondicionado, enchufes y silencio relativo. Nada de experiencias premium.. Se paga entre 1,5 y siete euros por media hora, y se obtiene justo eso: un lugar para cerrar los ojos. “¿Cuántas veces has salido de la oficina a mediodía y habrías dado lo que fuera por una siesta rápida?”, preguntan desde sus redes sociales. Ahora ya se puede.. Siesta & Go abrió en 2017 como el primer bar de siestas de España, inspirado en los modelos japoneses. Fracasó. Tras la pandemia, lo reflotó el ingeniero informático venezolano Reinaldo Pinedo, con nuevas normas de limpieza y gestión. Y de pronto, el boom. “Estamos casi siempre llenos”, dice.. El lugar se ha vuelto viral gracias a que la influencer Bárbara Gant entró, grabó y publicó: “Acabo de descubrir un sitio en Madrid para dormir la siesta… estoy flipando”. No dijo el nombre ni la dirección. Bastó para llenar el local. Hoy, Pinedo estima que solo el 3% de sus clientes duerme siestas laborales. El resto va por la experiencia, según ha explicado en medios.. También hay negocio en las alturas. HolaPlace nació en 2020 de la mano de Álvaro Vallespín Terry, que tuvo la idea mirando desde Montjuïc las terrazas vacías de la ciudad. Empezó alquilando espacios para barbacoas entre amigos. Hoy gestionan desde áticos en Gran Vía hasta castillos en las afueras. “Antes una terraza se alquilaba por 300 euros; ahora por 2.000”, afirma.. Solo en Madrid, el catálogo supera los 500 espacios. La clientela ha cambiado: ya no son solo particulares, sino también empresas que buscan lugares privados para reuniones o eventos. La mayoría tiene entre 30 y 40 años, con una clara mayoría femenina: “El 60% o 70% de las reservas las hacen mujeres”, indica Vallespín. Un evento pequeño ronda los 150 euros la hora. Uno grande puede superar los 1.000.. ¿Por qué funciona? Vallespín lo resume en dos claves: economía compartida e inmediatez. “Nuestros padres jamás habrían alquilado su casa. Hoy se ve como inversión. Y la gente quiere todo ya. Si un anfitrión tarda más de 24 horas en contestar, la reserva se cae. Si responde en una hora, la probabilidad de cerrar sube por veinte”.. También hay un componente aspiracional: celebrar algo en un lugar al que normalmente no se podría acceder. “No me puedo comprar un castillo, pero sí alquilarlo para mi cumpleaños”, resume.. El debate sobre los usos temporales del espacio urbano está sobre la mesa. “Convertir lo cotidiano en escaparate erosiona los lazos urbanos y profundiza la desigualdad”, advierte el economista Juan Torres López. “Trocear la vivienda para obtener beneficios inmediatos deteriora la convivencia y la dignidad urbana”.. Molins, el geógrafo, lanza la reflexión final: “Los titulares que celebran que Madrid está de moda confunden marca con bienestar. El éxito no se mide en turistas ni en visibilidad internacional. Lo que importa es si la ciudad permite proyectos de vida, retiene a sus jóvenes y sostiene el comercio local. Si el regulador se queda solo en la foto, la marca crecerá, pero la ciudad empeorará para quienes viven en ella”.
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