Los amores feroces, inspirado en textos de Octavio Paz, es el primer montaje teatral de España en incorporar esta figura Leer
Los amores feroces, inspirado en textos de Octavio Paz, es el primer montaje teatral de España en incorporar esta figura Leer
Tumbado sobre una cama, cubierta por una estructura de pájaro, Octavio Paz practica un cunnilingus a su mujer, Elena Garro. En mitad de la calle, Adolfo Bioy Casares sobetea las nalgas de quien se ha convertido en su amante, la misma Elena Garro. Pasa el tiempo y es de nuevo Octavio Paz quien desliza su mano por la pantorrilla, bajo la falda, de Bona Tibertelli, su último amor. Y, casi al instante, la pintora italiana manosea el miembro del artista Francisco Toledo, tras su ruptura con el Nobel mexicano.. Todo eso sucedió en la vida real -o, al menos, en la mente de Paz- y también sobre las tablas del Teatro de La Abadía. Los amores feroces, que acaba de pasar por el espacio madrileño, es la traslación escénica de los poemas del mexicano, de su correspondencia y de fragmentos de su libro La llama doble. Pero, sobre todo, es la apertura del teatro español a una nueva etapa. Porque el montaje, con dramaturgia de Jorge Volpi y dirección de Rosario Ruiz Rodgers, ha sido el primero que ha incorporado a sus ensayos la figura del coordinador de intimidad, que se convertirá en obligatoria una vez que se aprueben las últimas modificaciones del Estatuto del Artista. Lo será en aquellos proyectos que tengan escenas sexuales, desnudos, violencia sexual simulada o contacto físico que se considere intenso.. Durante todos los ensayos de Los amores feroces que contenían ese tipo de escenas, casi una decena, Rebeca Medina estuvo presente para explicar a los actores cómo se debía proceder en cada una y mantuvo reuniones personalizadas con cada uno de ellos para que expusieran cómo se sentían en cada momento ante esas situaciones. Allí llegó esta coordinadora de intimidad, una de las pocas tituladas en nuestro país, tras una reunión con la directora del montaje. «Me dio el guion para que viéramos donde quería incluir escenas con contenido sexual y vimos cómo era posible hacerlos. Lo primero que yo les enseñé al llegar a los ensayos fue una dinámica de chequeo de límites que hacíamos cada día, porque los límites cambian según el momento», explica.. Esa ceremonia consiste en que los actores se ponen uno frente al otro, se preguntan cómo se sienten con lo que están haciendo en el ensayo y desde ahí se avanza en tocamientos. Así día tras día con mayor fluidez. «Antes todo valía, se perdía el detalle narrativo porque solo había tocamientos y sexo simulado sin contar nada. En este caso sigue estando todo eso, pero bien hecho», apunta Medina, que fue coach para los cuatro actores -Leonardo Ortizgris, Isabel Pamo, Lucía Quintana y Germán Torres- y ahora asesora en Fuenteovejuna de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. «Los actores de teatro estamos acostumbrados a tirarnos por un barranco sin paracaídas y al principio teníamos algo de recelo. Cuando empezamos a trabajar nos encontramos un ambiente de seguridad y tranquilidad que no habíamos visto nunca», detalla Torres. Y le complementa su compañera Quintana: «Es una cuestión de que se instaure el respeto, que pensemos en el otro y no que cada uno haga lo que le dé la gana. Ya no vale esa excusa de que eres un actor muy apasionado y puedes lanzarte a meter mano o dar un beso con lengua».. De hecho, ese es uno de los puntos que se abordó en este montaje, donde los besos se simulaban para que no fueran una constante en los ensayos -juntando dos mejillas, por ejemplo- . También se usaron copas acolchadas que los actores se pusieron en sus genitales, de modo que el roce no era directo, y se colocaron pelotas deshinchadas de pilates y pequeños almohadones del mismo tono de las sábanas para que, durante los coitos simulados, no hubiera un contacto directo entre los protagonistas. «Las barreras físicas son importantes en esta cuestión», apunta Rebeca Medina, que incide en que la entrada de esta figura en los montajes, como ya sucede en el cine para controlar las escenas de contenido sexual, permitirá «evitar abusos de poder». «Es que ese abuso ha sido una constante. Los directores de la vieja escuela pensaban que tenían el control absoluto y que podían plantear escenas de gran contenido íntimo sin contar con el actor. O durante esos ensayos estaban por allí los tramoyistas o los encargos de luces, en lugar de ser una sala cerrada solo con los protagonistas».. Los actores de Los amores feroces también se han enfrentado a este tipo de situaciones durante algunos montajes en los que han participado en el pasado. De hecho, el pasado mes de noviembre el Centro Dramático Nacional expulsó a un actor de su obra La gaviota por un caso de abuso sexual. El fundador de la escuela de teatro Juan Codina también fue despedido por una presunta agresión sexual. «Creo que en este momento es necesaria esa figura porque yo no he vivido, por suerte, esas situaciones, pero conozco muchas historias. Si los actores y actrices hubiésemos estado más protegidos, muchos abusos no se hubieran dado», expone Lucía Quintana. Y sigue Isabel Pamo: «Además de ser importante para nosotros, esto es muy positivo para los alumnos de teatro porque no es la primera vez que un director se queda a solas con una alumna y le pide que se desnude para hacer una escena. Ha habido muchos abusos y ahora será más fácil poder detectarlos. Los jóvenes actores ya no verán como algo normal que te tengas que desnudar o hacer escenas con tocamientos para tener trabajo en este mundo».. Leonardo Ortizgris, el actor que cierra este cuarteto, aporta aún un elemento extra a la conversación sobre los abusos en el teatro: «Yo creo que la seguridad no será solo para los actores. El director o directora también tendrá una figura presente para que no le puedan acusar de abuso de poder u hostigamiento. Creo que en estos tiempos en los que estamos, hace falta una figura que cumpla esta función».. Y así empieza a ser.
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