Radical, exigente y riguroso. El director Albert Arribas tiene una de las trayectorias más sólidas del teatro catalán y se caracteriza por tratar a los espectadores como seres inteligentes. Tras poner en escena textos de Albert Balasch, Davide Carnevali, Dimitris Dimitriadis o Lluïsa Cunillé, ahora se ha atrevido con Les Bacants. La tragedia escrita por Eurípides en el siglo V a.C. le sirve a Arribas para, una vez más, seguir reflexionando en escena sobre la propia representación. El misterio del teatro se manifiesta ante nosotros con un montaje sintético y minimalista, que consigue asombrarnos, maravillarnos e incluso descolocarnos a partes iguales. Nadie ha dicho que la precariedad esté reñida con el talento.
Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenarios
Para conseguir tales efectos, Arribas se ha rodeado de tres intérpretes excelentes y de gran personalidad: Màrcia Cisteró, Antònia Jaume y Marta Ossó ya son habituales de su teatro y entienden a la perfección lo que pasa por la cabecita del director. El dramatismo de Cisteró, la melena leonina de Jaume y el brillo de los ojos de Ossó configuran un montaje donde la inteligencia y la ironía se dan la mano. El artificio del teatro se nos revela, desvergonzado y orgulloso, y entendemos que es igual de falso el llanto que un andar ridículo. Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenarios. Cadmo, Penteo o el ciego Tiresias aparecen ante nosotros gracias al poder infinito de las palabras, las vocecitas y la expresión corporal. No hace falta nada más.
El espacio escénico y el vestuario diseñados por Silvia Delagneau (asistida por Manuel Mateos: recuerden este nombre) construye el relato y crea los personajes con ropas de colores rojizos. Rojo vino, rojo carmín, rojo menstruación. Un pie de micrófono puede dar mucho juego, incluso como títere posdramático. En los mundos de Albert Arribas se combinan con elegancia el rigor con el humor, y la excelente traducción al catalán de Jordi Pàmias, sumada a la prístina dicción de las intérpretes, hacen que las palabras de Eurípides nos lleguen más vivas que nunca. Incluso tenemos el regalo final e inesperado de la voz de Mònica Almirall, otra “chica Arribas” de categoría. Qué alegría que exista gente tan rara como Albert Arribas y Centaure Produccions.
Radical, exigente y riguroso. El director Albert Arribas tiene una de las trayectorias más sólidas del teatro catalán y se caracteriza por tratar a los espectadores como seres inteligentes. Tras poner en escena textos de Albert Balasch, Davide Carnevali, Dimitris Dimitriadis o Lluïsa Cunillé, ahora se ha atrevido con Les Bacants. La tragedia escrita por Eurípides en el siglo V a.C. le sirve a Arribas para, una vez más, seguir reflexionando en escena sobre la propia representación. El misterio del teatro se manifiesta ante nosotros con un montaje sintético y minimalista, que consigue asombrarnos, maravillarnos e incluso descolocarnos a partes iguales. Nadie ha dicho que la precariedad esté reñida con el talento.Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenariosPara conseguir tales efectos, Arribas se ha rodeado de tres intérpretes excelentes y de gran personalidad: Màrcia Cisteró, Antònia Jaume y Marta Ossó ya son habituales de su teatro y entienden a la perfección lo que pasa por la cabecita del director. El dramatismo de Cisteró, la melena leonina de Jaume y el brillo de los ojos de Ossó configuran un montaje donde la inteligencia y la ironía se dan la mano. El artificio del teatro se nos revela, desvergonzado y orgulloso, y entendemos que es igual de falso el llanto que un andar ridículo. Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenarios. Cadmo, Penteo o el ciego Tiresias aparecen ante nosotros gracias al poder infinito de las palabras, las vocecitas y la expresión corporal. No hace falta nada más.El espacio escénico y el vestuario diseñados por Silvia Delagneau (asistida por Manuel Mateos: recuerden este nombre) construye el relato y crea los personajes con ropas de colores rojizos. Rojo vino, rojo carmín, rojo menstruación. Un pie de micrófono puede dar mucho juego, incluso como títere posdramático. En los mundos de Albert Arribas se combinan con elegancia el rigor con el humor, y la excelente traducción al catalán de Jordi Pàmias, sumada a la prístina dicción de las intérpretes, hacen que las palabras de Eurípides nos lleguen más vivas que nunca. Incluso tenemos el regalo final e inesperado de la voz de Mònica Almirall, otra “chica Arribas” de categoría. Qué alegría que exista gente tan rara como Albert Arribas y Centaure Produccions. Seguir leyendo EL PAÍS
Radical, exigente y riguroso. El director Albert Arribas tiene una de las trayectorias más sólidas del teatro catalán y se caracteriza por tratar a los espectadores como seres inteligentes. Tras poner en escena textos de Albert Balasch, Davide Carnevali, Dimitris Dimitriadis o Lluïsa Cunillé, ahora se ha atrevido con Les Bacants. La tragedia escrita por Eurípides en el siglo V a.C. le sirve a Arribas para, una vez más, seguir reflexionando en escena sobre la propia representación. El misterio del teatro se manifiesta ante nosotros con un montaje sintético y minimalista, que consigue asombrarnos, maravillarnos e incluso descolocarnos a partes iguales. Nadie ha dicho que la precariedad esté reñida con el talento.
Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenarios
Para conseguir tales efectos, Arribas se ha rodeado de tres intérpretes excelentes y de gran personalidad: Màrcia Cisteró, Antònia Jaume y Marta Ossó ya son habituales de su teatro y entienden a la perfección lo que pasa por la cabecita del director. El dramatismo de Cisteró, la melena leonina de Jaume y el brillo de los ojos de Ossó configuran un montaje donde la inteligencia y la ironía se dan la mano. El artificio del teatro se nos revela, desvergonzado y orgulloso, y entendemos que es igual de falso el llanto que un andar ridículo. Las tres actrices se muestran, sucesivamente o al mismo tiempo, trágicas, irónicas y traviesas, con una entrega difícil de encontrar en nuestros escenarios. Cadmo, Penteo o el ciego Tiresias aparecen ante nosotros gracias al poder infinito de las palabras, las vocecitas y la expresión corporal. No hace falta nada más.
El espacio escénico y el vestuario diseñados por Silvia Delagneau (asistida por Manuel Mateos: recuerden este nombre) construye el relato y crea los personajes con ropas de colores rojizos. Rojo vino, rojo carmín, rojo menstruación. Un pie de micrófono puede dar mucho juego, incluso como títere posdramático. En los mundos de Albert Arribas se combinan con elegancia el rigor con el humor, y la excelente traducción al catalán de Jordi Pàmias, sumada a la prístina dicción de las intérpretes, hacen que las palabras de Eurípides nos lleguen más vivas que nunca. Incluso tenemos el regalo final e inesperado de la voz de Mònica Almirall, otra “chica Arribas” de categoría. Qué alegría que exista gente tan rara como Albert Arribas y Centaure Produccions.
Les bacants, d’Eurípides
Texto: Eurípides. Dirección: Albert ArribasReparto: Màrcia Cisteró, Antònia Jaume y Marta Ossó.Teatro La Gleva. Barcelona. Todos los miércoles y jueves hasta el 12 de diciembre.