El universal artista mallorquín inaugura en la Galería Elvira González de Madrid su nueva exposición de pintura y cerámicas Leer
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Según entras en la Galería de Elvira González, escrito a carboncillo sobre una pared blanca se lee el título de la exposición de Miquel Barceló: Flores-peces-toros. Los toros van los últimos pero son lo primero en el orden de salas. La galería encierra, si esto es posible, el universo expansivo de Barceló. «Toda la vida he pintado un poco lo mismo», declara el artista a los micrófonos de TVE antes de emprender la visita guiada entre peces, toros y flores, en minoría estas últimas. Exhibe una tauromaquia inédita, nunca expuesta, recién sacada del horno. Flota la emoción ingrávida, que es grave, del arte que repudia Urtasun. Entre Serra y Barceló se sospecha el dolor de cabeza, el sufrimiento, el bochorno de Ernesto precisamente en este año suyo de cancelaciones (el Premio Nacional de Tauromaquia, la Medalla de Bellas Artes). «Los toros son un gran reloj de la vida y la muerte. Ya parece un tema del siglo pasado». Y esto le provoca.. Caminamos tras sus pasos y su palabra por el salón de los toros «aunque podrían ser paisajes submarinos». De hecho, ante el primer cuadro -Don Tancredo- explica que probablemente no fuera siempre una plaza de toros pero se fue transformando, «tenía debajo otras muchas cosas, ¿ves como otros colores? No me acuerdo lo que tenía debajo. Era como un reloj de sol, sin sombras». Este Don Tancredo es un lance en movimiento y no una quietud -aunque también- como sugeriría su nombre. El blanco confiere sentido a la figura del personaje que luego fue suerte. Todo parece sobresalir y escaparse del lienzo con las texturas que le dan volumen al toreo.. Y enfrente cuelga La cuadrilla, también pintados de blanco los toreros («y el toro y los picadores, como si fueran figuritas de un Belén, casi inocentes». MB explica en qué consistía la suerte de Don Tancredo -«un hombre pintado de blanco que no se movía y el toro pasaba alrededor de él»- y cita a José Bergamín: «Decía que la política española estaba hecha de dontancredos». Deslumbra como un sol de albero con el tótem del toro en el mismísimo centro del ruedo, como eje de todo. De todos los círculos. Los ruedos concentran energías centrípetas, el círculo del circo, la curva del pase. Esplá decía que el círculo no sólo es la idea que lleva dentro el torero, sino que el ruedo imprime también una tensión de fuerzas.. «Lo que puedo decir del cuadro es lo que veis, y a mí lo que me interesa es lo que no sé o no acabo de entender». Seguimos y paramos ante «Línea de sombra». Un pase de pecho en el que intuyo un José Tomás azul. Miquel siempre pintó para las tardes gloriosas de JT. Desde Barna a Valladolid. Pregunto si es José Tomás, y el genio contesta: «¿Se ve, verdad? Esa era la intención».. Barceló entre cerámicas, en la Galería Elvira González de MadridALBERTO DI LOLLI. Asaltamos el salón de las cerámicas pasando por delante de un bisonte rupestre hecho casi con su sangre en esta cosa altamirana de Barceló, entre figuras atávicas que danzan a su alrededor como un origen lejano de lo nuestro que es el toreo. Las cabezas de peces que salen de la pared son las primeras cerámicas hechas a su regreso de África. «Lo que hice en la Catedral de Palma tiene que ver con esto también». Al fondo cuelga un acuario gigante de peces de colores. Técnica mixta sobre óleo. «Una imagen un poco tropical, de peces exóticos. No me canso de mirar los peces debajo del agua y por eso los pinto con el mismo placer».. Volvemos, avanzando, a las cerámicas, otra vez, que enlazan con Creta. A la cerámica ha llegado MB joven en comparación a cuando la abordaron Picasso o Miró. Estar ante Barceló es como estar ante uno de esos genios. Los pelos puntiagudos, la mirada somnolienta y viva a la vez, el gesto cansado del nadador fuera del agua. «Esto mismo [una cerámica, un plato, un ruedo con burladero de piel de langosta] podría ser un bodegón con peces». De un ánfora adornada por un toro de lava, como rescatada de un pecio del mar Mediterráneo, sale un pequeño lagarto, una lagartija mínima, una salamandra, dice alguien. «Habrá venido de Mallorca, pobre», señala Barceló antes de escapar de nosotros como ella del jarrón.
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