La Fundación Louis Vuitton de París reúne más de 450 obras de los últimos 25 años del artista vivo más caro del mundo en una exposición gigantesca que incluye óleos, tintas y dibujos, pero también sus fotografías o su arte realizado con el iPad Leer
La Fundación Louis Vuitton de París reúne más de 450 obras de los últimos 25 años del artista vivo más caro del mundo en una exposición gigantesca que incluye óleos, tintas y dibujos, pero también sus fotografías o su arte realizado con el iPad Leer
«Recordad que no pueden cancelar la primavera», advierte estos días el neón en la fachada resplandeciente de la Fundación Louis Vuitton. La frase se le atribuye a David Hockney (Bradford, 1937), maniatado por el Covid y los confinamientos en Normandía hace cinco años y sin embargo empeñado en dar constancia con sus pinceles y con su iPad de la eclosión de color en la naturaleza.. Contra viento y marea, el «artista vivo más caro del mundo», conocido sobre todo por el hedonismo de su etapa californiana y la melancolía de sus paisajes de Yorkshire, se fijó a sí mismo una ambiciosa meta para combatir los nubarrones del año maldito: 220 obras para el 2020, del verde rabioso de los campos a los árboles en flor, pasando por la llamada centelleantes de la Luna (que descubrió casualmente una noche desde su ventana cuando fue al baño a descargar la vejiga).. Pongamos que Hockney redescubrió la primavera al otro lado del Canal de la Mancha y desafió a su estilo a quienes sostienen que el paisaje es un género muerto. Elevado ya a los altares entre los mayores paisajistas de todos los tiempos, consagrado en los años 60 como estandarte del pop art, el artista británico despliega en París más de 450 obras en su máximo esplendor, precedido de otra de sus sabias advertencias: «No se puede juzgar verdaderamente a un pintor hasta que haya realizado su última obra».. La confidencia se la hizo el propio Hockney a Suzanne Pagé, directora artística de la Fundación Louis Vuitton, con quien ha trabajado a lo largo de dos años para dar vida a ‘David Hockney 25’, la exposición retrospectiva centrada en su desbordante producción en el primer cuarto de ese siglo.. ‘Árboles más grandes cerca de Warter (o pintura para una nueva era post-fotográfica)’.. «Los últimos 25 años representan la culminación de mi carrera», reconoce el propio David Hockney, que ha colaborado, entre otros, con su amigo Frank Gehry en la disposición de sus obras en las 11 salas de la fundación, en una especie de «ascenso» a la naturaleza, punteada por sus originales retratos y con un sorprendente clímax con su trabajo delirante como escenógrafo para óperas como Turandot o Tristán e Isolda, en una sala chill out donde el tiempo queda en suspenso y el artista culmina su sueño de pintar la música.. No solo es la mayor retrospectiva de Hockney hasta la fecha, mucho más allá que las vimos en el 2017 en Tate Modern y el Centro Pompidou, sino también la más personal, con incursiones al otro lado de la paleta y con confesiones como las que hace el artista, entre ellas la llegada a su vida y a su carrera de JP (Jean-Pierre Gonçalves de Lima) como asistente y como algo más. A él le debe el descubrimiento de la fotografía digital que le hizo mirarlo todo desde nuevas perspectivas…. «Cuando pinto estoy feliz, como le pasaba a Van Gogh», admite Hockney. «La pintura es la fuente de todo y he pintado todos los días de mi vida desde hace 60 y tantos años. Siempre necesitaré la pintura, pero he incorporado al proceso creativo el iPad, que me ha permitido cosas como captar el resplandor y pintar la noche».. «La pintura es la fuente de todo y he pintado todos los días de mi vida desde hace 60 y tantos años». David Hockney. Moon room, con sus composiciones nocturnas, da nombre a una de las salas más sorprendentes de la exposición, que hace un recorrido por todo lo que vino antes de los últimos 25 años a modo de sugerente introducción. Ahí están el retrato del padre, sus incipientes incursiones en el expresionismo abstracto, su etapa de pop art (aunque él reniega de la etiqueta) y sus obras maestras como El gran chapuzón y Retrato de un artista (piscina con dos figuras) que le consagraron como el pintor por antonomasia de Los Ángeles.. Un Gran Cañón más grande (1998) anticipa el definitivo giro de Hockney hacia lo que el define como «el paisajismo del XXI», que no se puede quedar en la «verosimilitud» de la fotografía: «La cámara tiene una mirada geométrica, pero el ojo humano es psicológico y selectivo. Es muy difícil reproducir ese efecto, aunque lo he intentado».. ‘Retrato de un artista (piscina con dos figuras)’.. Su intento de captar «la inmensidad de un espacio incomprensible» supone también el salto a los grandes formatos, que alcanza la máxima expresión con Árboles más grandes cerca de Warter (2007), una de sus obras más emblemáticas al óleo de su etapa en Yorskshire, compuesta por 50 paneles, con la que da la bienvenida a «la nueva era postfotográfica».. Si la naturaleza resulta apabullante, ahí tenemos luego la inmensa galería de los retratos, con medio centenar de ellos colgados en una sola pared, rivalizando con los propios autorretratos del artista, que riza el rizo con los retratados mirándose al espejo (Pictured Gathering with Mirror, 2018) y con la múltiple perspectiva de Mirando a la flores (2022), donde le vemos sentado por partida doble y contemplando sus propias obras desde dos sillones.. El «diálogo» con otros artistas (de Fra Angelico a Picasso) allana finalmente el camino al último Hockney, tras su regreso en el 2023 a Londres: de sus reinterpretaciones de Edvard Munch y William Blake («Sabemos menos que lo que pensamos») a su último auorretrato con cigarro en la mano (Play within a play within a play), con uno de sus emblemáticos árboles invernales a sus espaldas y los narcisos en flor, anticipando la llegada de sus 87 primaveras: «La eternidad está en el ahora».
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