¿Cuándo hará Ron Lalá una ópera de bolsillo? Pericia no les falta: están a solo un paso de ello, pero como en el género chico se sienten tan a gusto y se ven llevados en volandas por el público, no parece que de momento vayan a ponerse manos a la obra. Sus producciones están más cerca de la revista que de la comedia musical: giran siempre en torno a un tema genérico, que abordan con un sentido del humor irónico pero amable. Álvaro Tato, autor de la compañía, forma parte de una seguidilla de dramaturgos sin complejos que han regresado al verso, pues su musicalidad es una dinamo para la acción dramática y un imán para el público. Ana López Segovia, Fernando Aguado y Pablo Macho Otero figuran entre quienes han preferido escribir su teatro en verso, pero también Copi, Steven Berkoff, Mauricio Kartun, Mike Bartlett, Patxo Telleria, David Hirson… escribieron obras específicas a la manera aurisecular.
En La Desconquista, parodia de las Crónicas de Indias estrenada en el Festival Clásicos en Alcalá, Ron Lalá presenta a un capitán de la Armada Real Española, un marino y un misionero que naufragan en su intento de alcanzar la costa americana en 1592, mientras dos cronistas anotan su peripecia. La pugna bufa de este trío de conquistadores con un par de tiburones que espantan el hambre por alegrías, cabe inscribirla en una línea teatral épico-cómica cuya cima es la batalla campal entre camioneros españoles y agricultores franceses, cantada por La Trinca en La guerra verdulera. Algo hay del trío de Canet de Mar en el genoma de Ron Lalá.
En esta función se representa un dilema de supervivencia, un encontronazo de los navegantes españoles con una nao inglesa; una nueva pelea, ahora con los mosquitos indígenas… Y se narran también una serie de historias dentro de la historia, de la misma manera que en El Quijote se cuentan las andanzas de Cardenio o las del morisco Ricote. La compañía madrileña interpreta bulerías, tanguillos, cumbias y otras músicas de tradición oral de ambas orillas, calzando letras nuevas en melodías antiguas. Su tierna Canción de cuna para Felipe II es un cruce entre las nanas lorquianas y los poemas breves del hoy olvidado Gabriel y Galán.
Las obras de Ron Lalá cumplen la misma función que en su día cumplieron los sainetes líricos de Carlos Arniches o los de Ricardo de la Vega: proporcionan un entretenimiento inteligente a un público que abarca toda la escala social. Los frecuentes desdoblamientos de los actores, el tratamiento grotesco de sus personajes, la vis satírica de todo el equipo hacen pensar en las actuaciones de un Dario Fo, con menos carga política. No obstante, el siglo XVI les sirve para hablar de nuestros días: todas las alusiones que hacen son actuales. El público de la segunda función en Alcalá rio sus chistes de buena gana, comulgó con sus puntos de vista, les aplaudió en pie, les ovacionó y aún hubiera permanecido toda la noche en el teatro de haberlo querido los cómicos.
¿Cuándo hará Ron Lalá una ópera de bolsillo? Pericia no les falta: están a solo un paso de ello, pero como en el género chico se sienten tan a gusto y se ven llevados en volandas por el público, no parece que de momento vayan a ponerse manos a la obra. Sus producciones están más cerca de la revista que de la comedia musical: giran siempre en torno a un tema genérico, que abordan con un sentido del humor irónico pero amable. Álvaro Tato, autor de la compañía, forma parte de una seguidilla de dramaturgos sin complejos que han regresado al verso, pues su musicalidad es una dinamo para la acción dramática y un imán para el público. Ana López Segovia, Fernando Aguado y Pablo Macho Otero figuran entre quienes han preferido escribir su teatro en verso, pero también Copi, Steven Berkoff, Mauricio Kartun, Mike Bartlett, Patxo Telleria, David Hirson… escribieron obras específicas a la manera aurisecular.En La Desconquista, parodia de las Crónicas de Indias estrenada en el Festival Clásicos en Alcalá, Ron Lalá presenta a un capitán de la Armada Real Española, un marino y un misionero que naufragan en su intento de alcanzar la costa americana en 1592, mientras dos cronistas anotan su peripecia. La pugna bufa de este trío de conquistadores con un par de tiburones que espantan el hambre por alegrías, cabe inscribirla en una línea teatral épico-cómica cuya cima es la batalla campal entre camioneros españoles y agricultores franceses, cantada por La Trinca en La guerra verdulera. Algo hay del trío de Canet de Mar en el genoma de Ron Lalá.En esta función se representa un dilema de supervivencia, un encontronazo de los navegantes españoles con una nao inglesa; una nueva pelea, ahora con los mosquitos indígenas… Y se narran también una serie de historias dentro de la historia, de la misma manera que en El Quijote se cuentan las andanzas de Cardenio o las del morisco Ricote. La compañía madrileña interpreta bulerías, tanguillos, cumbias y otras músicas de tradición oral de ambas orillas, calzando letras nuevas en melodías antiguas. Su tierna Canción de cuna para Felipe II es un cruce entre las nanas lorquianas y los poemas breves del hoy olvidado Gabriel y Galán.Las obras de Ron Lalá cumplen la misma función que en su día cumplieron los sainetes líricos de Carlos Arniches o los de Ricardo de la Vega: proporcionan un entretenimiento inteligente a un público que abarca toda la escala social. Los frecuentes desdoblamientos de los actores, el tratamiento grotesco de sus personajes, la vis satírica de todo el equipo hacen pensar en las actuaciones de un Dario Fo, con menos carga política. No obstante, el siglo XVI les sirve para hablar de nuestros días: todas las alusiones que hacen son actuales. El público de la segunda función en Alcalá rio sus chistes de buena gana, comulgó con sus puntos de vista, les aplaudió en pie, les ovacionó y aún hubiera permanecido toda la noche en el teatro de haberlo querido los cómicos. Seguir leyendo EL PAÍS
¿Cuándo hará Ron Lalá una ópera de bolsillo? Pericia no les falta: están a solo un paso de ello, pero como en el género chico se sienten tan a gusto y se ven llevados en volandas por el público, no parece que de momento vayan a ponerse manos a la obra. Sus producciones están más cerca de la revista que de la comedia musical: giran siempre en torno a un tema genérico, que abordan con un sentido del humor irónico pero amable. Álvaro Tato, autor de la compañía, forma parte de una seguidilla de dramaturgos sin complejos que han regresado al verso, pues su musicalidad es una dinamo para la acción dramática y un imán para el público. Ana López Segovia, Fernando Aguado y Pablo Macho Otero figuran entre quienes han preferido escribir su teatro en verso, pero también Copi, Steven Berkoff, Mauricio Kartun, Mike Bartlett, Patxo Telleria, David Hirson… escribieron obras específicas a la manera aurisecular.
En La Desconquista, parodia de las Crónicas de Indias estrenada en el Festival Clásicos en Alcalá, Ron Lalá presenta a un capitán de la Armada Real Española, un marino y un misionero que naufragan en su intento de alcanzar la costa americana en 1592, mientras dos cronistas anotan su peripecia. La pugna bufa de este trío de conquistadores con un par de tiburones que espantan el hambre por alegrías, cabe inscribirla en una línea teatral épico-cómica cuya cima es la batalla campal entre camioneros españoles y agricultores franceses, cantada por La Trinca en La guerra verdulera. Algo hay del trío de Canet de Mar en el genoma de Ron Lalá.
En esta función se representa un dilema de supervivencia, un encontronazo de los navegantes españoles con una nao inglesa; una nueva pelea, ahora con los mosquitos indígenas… Y se narran también una serie de historias dentro de la historia, de la misma manera que en El Quijote se cuentan las andanzas de Cardenio o las del morisco Ricote. La compañía madrileña interpreta bulerías, tanguillos, cumbias y otras músicas de tradición oral de ambas orillas, calzando letras nuevas en melodías antiguas. Su tierna Canción de cuna para Felipe II es un cruce entre las nanas lorquianas y los poemas breves del hoy olvidado Gabriel y Galán.
Las obras de Ron Lalá cumplen la misma función que en su día cumplieron los sainetes líricos de Carlos Arniches o los de Ricardo de la Vega: proporcionan un entretenimiento inteligente a un público que abarca toda la escala social. Los frecuentes desdoblamientos de los actores, el tratamiento grotesco de sus personajes, la vis satírica de todo el equipo hacen pensar en las actuaciones de un Dario Fo, con menos carga política. No obstante, el siglo XVI les sirve para hablar de nuestros días: todas las alusiones que hacen son actuales. El público de la segunda función en Alcalá rio sus chistes de buena gana, comulgó con sus puntos de vista, les aplaudió en pie, les ovacionó y aún hubiera permanecido toda la noche en el teatro de haberlo querido los cómicos.