De la democracia en Hispanoamérica busca ser deliberadamente la versión hispánica De la démocratie en Amérique, publicado en 1835 y 1840 en dos gruesos volúmenes. El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, comparte con Tocqueville la misma visión condescendiente de la historia de la democracia hispanoamericana. A diferencia del erudito francés que brevemente adscribió a la ignorancia, arbitrariedad, y violencia española el origen del fracaso democrático de las primeras republicas hispánicas, Muñoz Machado los endilga al caos político independentista, generado por las invasiones napoleónicas y la mala administración de un legado constitucional precioso que fueron las Cortes de Cádiz, un proceso al que le consagra dos capítulos y medio de siete.. En manos de Muñoz Machado, estos primeros fracasos desencadenarán sociedades sin estados y clara territorialidad, confundidos sobre sus jurisdicciones, soberanía, y naturaleza de su ciudadanía. Para Muñoz Machado el pecado original de desvertebración post gaditana culminará en el siglo XX y principios del XXI con una serie interminable de revoluciones, populismos, y experimentos neo-constitucionales que harán añicos de la democracia liberal.. No hay novedad alguna en esta narrativa de fracasos. Los enemigos de la democracia hispanoamericana, que para Muñoz Machado justifican hoy los regímenes arbitrarios e ilegítimos de Maduro y Ortega, la comparten. Cuando Chávez se reunió con Obama en 2009, el caudillo pardo le regaló al estadista negro una copia de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Por generaciones, la izquierda latinoamericana leyó el pasado de las repúblicas como farsas. Para Galeano, la historia del republicanismo no fue sino una historia violenta de caudillos y dictaduras impuestas por regímenes imperialistas y neocoloniales. Muñoz Machado no cree en conspiraciones capitalistas, pero, como Galeano, brinda una historia trágica de un continente que tiene poco que ofrecerle al mundo de occidente que no sea lecturas ideológicas, ingenuas de su propia realidad.. A diferencia de Galeano que en 1971 siguió con curiosidad la historiografía más reciente, incluidos trabajos de Pierre Chaunu, John Elliott y Tulio Halperin Dongui, el jurista Muñoz Machado escribe con poco conocimiento de recientes historiografías y usa, por ejemplo, la obra de John Lynch sobre caudillos, publicada hace más de tres décadas, como su fuente más reciente.. La historiadora argentina Hilda Sábato ofreció hace unos años una síntesis de nuevas investigaciones sobre la democracia en las vírgenes republicas hispanoamericana. A diferencia de Lynch, Sábato encuentra detrás de los caudillos el desarrollo masivo de una esfera pública de periódicos, movilizaciones electorales contra el fraude que paulatinamente fueron dejando de ser armadas, y niveles de participación electoral cada vez más incluyentes y universales. Esto que Muñoz Machado confunde con caudillismo fueron en realidad vanguardias de la democracia de occidente.. La ignorancia de estos procesos hace que Muñoz Machado yerre también en el origen de la categoría de América Latina, que, como buen hispanista, atribuye al trauma de España de 1898. La independencia de Cuba, después de cerca de casi 40 años de guerra de pardos libres, blancos y esclavos negros en pos de una república democrática sin ciudadanía racial, proceso que Muñoz Machado desconoce, suscitó una reacción continental de repudio contra los Estados Unidos por intervenir en la guerra. Los escritos de Martí y Rodó que acusan a los norteamericanos de Caliban y bárbaros, nos dice, fue lo que creó Latinoamérica como cultura política e ideología. Se equivoca. Fueron la pérdida de la mitad de México a los EEUU en las décadas de 1830 y 1840 y la invasión filibustera de William Walker en 1855, para establecer en Nicaragua una república esclavista, las que originaron Latinoamérica como categoría de análisis.. Como lo ha señalado Alexander Chaparro-Silva, centenas de periódicos en español, de Santiago de Chile a San Francisco, de Cartagena de Indias a Nuevo Orleans, de Veracruz a Nueva York, comenzaron a desarrollar sociologías comparativas de razas y ciudadanía en los Estados Unidos e Hispanoamérica, y a enfatizar diferencias. El término se origina en una crítica a la democracia norteamericana de Tocqueville, como una democracia de “anglos” dedicada a la igualdad a partir de expropiación de la tierra de indígenas y mexicanos y a la explotación de negros como esclavos, que nunca podrían aspirar, cuando libres, a ser ciudadanos. Latino América, entonces, surgió como una referencia a tradiciones “raciales” que desde Roma permitieron la ciudadanía de esclavos y de bárbaros.. La historia de la democracia de Muñoz Machado no es solo condescendiente, sino que invita a sus rivales chavistas a pensar la historia de la democracia en España de 1807 a 1977 también como caricatura, con poco que ofrecerle al mundo, excepto caudillos, guerras carlistas, absolutismos, y cuarenta años de dictadura franquista. No le va bien a la península en historias comparadas.. A pesar de todas sus fallas y fracasos, las democracias hispanoamericanas son de las más antiguas de occidente, con siglos de rica reflexión que no comienzan en Cádiz, sino en las batallas de papeleo de indígenas del común, esclavos, mujeres, y vasallos en el siglo XVI contra las tiranías de conquistadores, frailes, y señores naturales. Todos los Colón, Cortés, Pizarro, y frailes teócratas como Zumárraga y Diego de Landa fueron depuestos por tiranos en visitas y residencias que movilizaron los testimonios y peticiones de miles de comuneros. Esta historia del primer liberalismo que anticipó al británico no la recuerda nadie.. Jorge Cañizares Esguerra es catedrático de la Universidad de Texas. Es autor de Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo (FCE) y Nature, Empire and Nation (Standford University Press) entre otros.. Seguir leyendo
De la democracia en Hispanoamérica busca ser deliberadamente la versión hispánica De la démocratie en Amérique, publicado en 1835 y 1840 en dos gruesos volúmenes. El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, comparte con Tocqueville la misma visión condescendiente de la historia de la democracia hispanoamericana. A diferencia del erudito francés que brevemente adscribió a la ignorancia, arbitrariedad, y violencia española el origen del fracaso democrático de las primeras republicas hispánicas, Muñoz Machado los endilga al caos político independentista, generado por las invasiones napoleónicas y la mala administración de un legado constitucional precioso que fueron las Cortes de Cádiz, un proceso al que le consagra dos capítulos y medio de siete. En manos de Muñoz Machado, estos primeros fracasos desencadenarán sociedades sin estados y clara territorialidad, confundidos sobre sus jurisdicciones, soberanía, y naturaleza de su ciudadanía. Para Muñoz Machado el pecado original de desvertebración post gaditana culminará en el siglo XX y principios del XXI con una serie interminable de revoluciones, populismos, y experimentos neo-constitucionales que harán añicos de la democracia liberal.No hay novedad alguna en esta narrativa de fracasos. Los enemigos de la democracia hispanoamericana, que para Muñoz Machado justifican hoy los regímenes arbitrarios e ilegítimos de Maduro y Ortega, la comparten. Cuando Chávez se reunió con Obama en 2009, el caudillo pardo le regaló al estadista negro una copia de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Por generaciones, la izquierda latinoamericana leyó el pasado de las repúblicas como farsas. Para Galeano, la historia del republicanismo no fue sino una historia violenta de caudillos y dictaduras impuestas por regímenes imperialistas y neocoloniales. Muñoz Machado no cree en conspiraciones capitalistas, pero, como Galeano, brinda una historia trágica de un continente que tiene poco que ofrecerle al mundo de occidente que no sea lecturas ideológicas, ingenuas de su propia realidad.A diferencia de Galeano que en 1971 siguió con curiosidad la historiografía más reciente, incluidos trabajos de Pierre Chaunu, John Elliott y Tulio Halperin Dongui, el jurista Muñoz Machado escribe con poco conocimiento de recientes historiografías y usa, por ejemplo, la obra de John Lynch sobre caudillos, publicada hace más de tres décadas, como su fuente más reciente. La historiadora argentina Hilda Sábato ofreció hace unos años una síntesis de nuevas investigaciones sobre la democracia en las vírgenes republicas hispanoamericana. A diferencia de Lynch, Sábato encuentra detrás de los caudillos el desarrollo masivo de una esfera pública de periódicos, movilizaciones electorales contra el fraude que paulatinamente fueron dejando de ser armadas, y niveles de participación electoral cada vez más incluyentes y universales. Esto que Muñoz Machado confunde con caudillismo fueron en realidad vanguardias de la democracia de occidente.La ignorancia de estos procesos hace que Muñoz Machado yerre también en el origen de la categoría de América Latina, que, como buen hispanista, atribuye al trauma de España de 1898. La independencia de Cuba, después de cerca de casi 40 años de guerra de pardos libres, blancos y esclavos negros en pos de una república democrática sin ciudadanía racial, proceso que Muñoz Machado desconoce, suscitó una reacción continental de repudio contra los Estados Unidos por intervenir en la guerra. Los escritos de Martí y Rodó que acusan a los norteamericanos de Caliban y bárbaros, nos dice, fue lo que creó Latinoamérica como cultura política e ideología. Se equivoca. Fueron la pérdida de la mitad de México a los EEUU en las décadas de 1830 y 1840 y la invasión filibustera de William Walker en 1855, para establecer en Nicaragua una república esclavista, las que originaron Latinoamérica como categoría de análisis. Como lo ha señalado Alexander Chaparro-Silva, centenas de periódicos en español, de Santiago de Chile a San Francisco, de Cartagena de Indias a Nuevo Orleans, de Veracruz a Nueva York, comenzaron a desarrollar sociologías comparativas de razas y ciudadanía en los Estados Unidos e Hispanoamérica, y a enfatizar diferencias. El término se origina en una crítica a la democracia norteamericana de Tocqueville, como una democracia de “anglos” dedicada a la igualdad a partir de expropiación de la tierra de indígenas y mexicanos y a la explotación de negros como esclavos, que nunca podrían aspirar, cuando libres, a ser ciudadanos. Latino América, entonces, surgió como una referencia a tradiciones “raciales” que desde Roma permitieron la ciudadanía de esclavos y de bárbaros.La historia de la democracia de Muñoz Machado no es solo condescendiente, sino que invita a sus rivales chavistas a pensar la historia de la democracia en España de 1807 a 1977 también como caricatura, con poco que ofrecerle al mundo, excepto caudillos, guerras carlistas, absolutismos, y cuarenta años de dictadura franquista. No le va bien a la península en historias comparadas.A pesar de todas sus fallas y fracasos, las democracias hispanoamericanas son de las más antiguas de occidente, con siglos de rica reflexión que no comienzan en Cádiz, sino en las batallas de papeleo de indígenas del común, esclavos, mujeres, y vasallos en el siglo XVI contra las tiranías de conquistadores, frailes, y señores naturales. Todos los Colón, Cortés, Pizarro, y frailes teócratas como Zumárraga y Diego de Landa fueron depuestos por tiranos en visitas y residencias que movilizaron los testimonios y peticiones de miles de comuneros. Esta historia del primer liberalismo que anticipó al británico no la recuerda nadie.Jorge Cañizares Esguerra es catedrático de la Universidad de Texas. Es autor de Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo (FCE) y Nature, Empire and Nation (Standford University Press) entre otros. Seguir leyendo
De la democracia en Hispanoamérica busca ser deliberadamente la versión hispánica De la démocratie en Amérique, publicado en 1835 y 1840 en dos gruesos volúmenes. El director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, comparte con Tocqueville la misma visión condescendiente de la historia de la democracia hispanoamericana. A diferencia del erudito francés que brevemente adscribió a la ignorancia, arbitrariedad, y violencia española el origen del fracaso democrático de las primeras republicas hispánicas, Muñoz Machado los endilga al caos político independentista, generado por las invasiones napoleónicas y la mala administración de un legado constitucional precioso que fueron las Cortes de Cádiz, un proceso al que le consagra dos capítulos y medio de siete.. En manos de Muñoz Machado, estos primeros fracasos desencadenarán sociedades sin estados y clara territorialidad, confundidos sobre sus jurisdicciones, soberanía, y naturaleza de su ciudadanía. Para Muñoz Machado el pecado original de desvertebración post gaditana culminará en el siglo XX y principios del XXI con una serie interminable de revoluciones, populismos, y experimentos neo-constitucionales que harán añicos de la democracia liberal.. No hay novedad alguna en esta narrativa de fracasos. Los enemigos de la democracia hispanoamericana, que para Muñoz Machado justifican hoy los regímenes arbitrarios e ilegítimos de Maduro y Ortega, la comparten. Cuando Chávez se reunió con Obama en 2009, el caudillo pardo le regaló al estadista negro una copia deLas venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Por generaciones, la izquierda latinoamericana leyó el pasado de las repúblicas como farsas. Para Galeano, la historia del republicanismo no fue sino una historia violenta de caudillos y dictaduras impuestas por regímenes imperialistas y neocoloniales. Muñoz Machado no cree en conspiraciones capitalistas, pero, como Galeano, brinda una historia trágica de un continente que tiene poco que ofrecerle al mundo de occidente que no sea lecturas ideológicas, ingenuas de su propia realidad.. A diferencia de Galeano que en 1971 siguió con curiosidad la historiografía más reciente, incluidos trabajos de Pierre Chaunu, John Elliott y Tulio Halperin Dongui, el jurista Muñoz Machado escribe con poco conocimiento de recientes historiografías y usa, por ejemplo, la obra de John Lynch sobre caudillos, publicada hace más de tres décadas, como su fuente más reciente.. La historiadora argentina Hilda Sábato ofreció hace unos años una síntesis de nuevas investigaciones sobre la democracia en las vírgenes republicas hispanoamericana. A diferencia de Lynch, Sábato encuentra detrás de los caudillos el desarrollo masivo de una esfera pública de periódicos, movilizaciones electorales contra el fraude que paulatinamente fueron dejando de ser armadas, y niveles de participación electoral cada vez más incluyentes y universales. Esto que Muñoz Machado confunde con caudillismo fueron en realidad vanguardias de la democracia de occidente.. La ignorancia de estos procesos hace que Muñoz Machado yerre también en el origen de la categoría de América Latina, que, como buen hispanista, atribuye al trauma de España de 1898. La independencia de Cuba, después de cerca de casi 40 años de guerra de pardos libres, blancos y esclavos negros en pos de una república democrática sin ciudadanía racial, proceso que Muñoz Machado desconoce, suscitó una reacción continental de repudio contra los Estados Unidos por intervenir en la guerra. Los escritos de Martí y Rodó que acusan a los norteamericanos de Caliban y bárbaros, nos dice, fue lo que creó Latinoamérica como cultura política e ideología. Se equivoca. Fueron la pérdida de la mitad de México a los EEUU en las décadas de 1830 y 1840 y la invasión filibustera de William Walker en 1855, para establecer en Nicaragua una república esclavista, las que originaron Latinoamérica como categoría de análisis.. Como lo ha señalado Alexander Chaparro-Silva, centenas de periódicos en español, de Santiago de Chile a San Francisco, de Cartagena de Indias a Nuevo Orleans, de Veracruz a Nueva York, comenzaron a desarrollar sociologías comparativas de razas y ciudadanía en los Estados Unidos e Hispanoamérica, y a enfatizar diferencias. El término se origina en una crítica a la democracia norteamericana de Tocqueville, como una democracia de “anglos” dedicada a la igualdad a partir de expropiación de la tierra de indígenas y mexicanos y a la explotación de negros como esclavos, que nunca podrían aspirar, cuando libres, a ser ciudadanos. Latino América, entonces, surgió como una referencia a tradiciones “raciales” que desde Roma permitieron la ciudadanía de esclavos y de bárbaros.. La historia de la democracia de Muñoz Machado no es solo condescendiente, sino que invita a sus rivales chavistas a pensar la historia de la democracia en España de 1807 a 1977 también como caricatura, con poco que ofrecerle al mundo, excepto caudillos, guerras carlistas, absolutismos, y cuarenta años de dictadura franquista. No le va bien a la península en historias comparadas.. A pesar de todas sus fallas y fracasos, las democracias hispanoamericanas son de las más antiguas de occidente, con siglos de rica reflexión que no comienzan en Cádiz, sino en las batallas de papeleo de indígenas del común, esclavos, mujeres, y vasallos en el siglo XVI contra las tiranías de conquistadores, frailes, y señores naturales. Todos los Colón, Cortés, Pizarro, y frailes teócratas como Zumárraga y Diego de Landa fueron depuestos por tiranos en visitas y residencias que movilizaron los testimonios y peticiones de miles de comuneros. Esta historia del primer liberalismo que anticipó al británico no la recuerda nadie.. Jorge Cañizares Esguerra es catedrático de la Universidad de Texas. Es autor de Cómo escribir la historia del Nuevo Mundo (FCE) y Nature, Empire and Nation (Standford University Press) entre otros.. Santiago Muñoz Machado. Taurus, 2025. 1008 páginas. 39,90 euros. Búsquelo en su librería
EL PAÍS