Las calabazas y los disfraces terroríficos se han extendido en los últimos años en España, adoptando la celebración anglosajona de Halloween, pero hay tradiciones autóctonas que todavía resisten esa embestida. Hay quienes desempolvan las espadas, alistan las capas y ensayan —como si les hiciera falta— algunos de los versos más reconocidos del teatro español: los del Don Juan Tenorio de José Zorrilla, estrenado por primera vez en 1844. Como los difuntos tienen un papel destacado en la resolución del argumento, las representaciones de esta obra se convirtieron en una tradición en la fiestas en torno al Día de Todos los Santos, hasta el punto de que todavía hoy se replica en numerosos escenarios del país, en medio del bullicio comercial del “truco o trato”. Son fijos los Tenorios de Valladolid (ciudad natal de Zorrilla) y Alcalá de Henares, pero este año el teatro Fernán Gómez de Madrid se ha sumado a la lista con un montaje propio y añade además otro que tiene como punto de partida uno de los relatos de terror más populares de la literatura española: El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer, fechado en 1861.
El dramaturgo José Ramón Fernández ha ensamblado este relato con otros similares de Bécquer, todos ellos basados en leyendas populares, para armar un espectáculo contenedor que adopta el título de El monte de las ánimas. “Nos encantan las historias de terror. Nos gusta pensar qué pasará después de la muerte, pero por supuesto lo que nos llega más es lo que viene del imperio anglosajón y nos vamos quedando con eso. Lo que se encuentra en esas historias de monstruos inmortales o que reviven, en la tradición cinematográfica de hoy, lo encontramos en muchas de las leyendas del romanticismo español”, apunta Fernández. Le asombra que los madrileños, por ejemplo, “se saben todo lo de Halloween, pero no que en la iglesia de San Ginés aparece un hombre sin cabeza”. Ignacio García y Pepa Fernández, codirectores del montaje, inciden en esa idea: “Teníamos la necesidad de reivindicar una manera de celebrar el día de Todos los Santos de una manera propia. Y lo hacemos con textos imprescindibles de la literatura española para darlos a conocer a quienes no han podido acercarse a ellos, por la razón que sea”.
Ignacio García dirige también el Don Juan que ha programado de manera paralela el Teatro Fernán Gómez, con un elenco encabezado por Manuela Velasco y Carles Francino. “Hemos sufrido una invasión anglosajona del Halloween. No creo que haya que oponer resistencia a todo lo bueno que traen las tradiciones extranjeras, pero es una pena perder las propias”, insiste García. A pesar de todo, las dos funciones programadas en el Fernán Gómez (este jueves y viernes) ya han agotado las localidades. “Es que nos encantan estos grandes mitos anglosajones, pero muchas de esas historias estaban ya en nuestra literatura”, advierte el director. Y la de Don Juan es, de esas historias, la que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo.
“Hacer a Don Juan es uno de los sueños que todo actor tiene. Él, Hamlet, Segismundo… son personajes que todos quieren tener en la maleta”, reflexiona el actor Antonio Pagudo. En su cuerpo, el burlador más famoso del teatro recorrerá la huerta del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, en Madrid, en una de las representaciones más multitudinarias del Tenorio que se celebran cada año en torno al Día de Todos los Santos, hasta el punto de que se promociona como el Don Juan de Alcalá. Las noches del 31 de octubre y el 1 de noviembre, cerca de 10.000 personas por día repetirán con él versos como aquel que empieza: “No es verdad, ángel de amor…”. “En Alcalá todo el mundo conoce los textos y los dicen contigo. Es como cuando Shakira o Karol G. cantan en un concierto”, dice Pagudo, todavía con la capa cayendo sobre su espalda, después de uno de sus ensayos. Con él, casi un centenar de personas trabajan para llevar a escena de nuevo este clásico español, encargado este año a la compañía de teatro Yllana, especializada en comedia gestual. Un total de 18 actores en escena, 25 voluntarios, dos jinetes —con sus caballos, desde luego— dos coordinadores de armas y 30 personas de equipo técnico. Todo un acontecimiento teatral, declarado en 2018 fiesta de interés turístico nacional, que sucede desde hace 40 años —dos interrupciones pandémicas de por medio— en las mismas fechas y con un éxito continuo en asistencia, aunque aprieten los primeros fríos del otoño.
Los versos de Zorrilla sobreviven a pesar del ajetreo de una fiesta anglosajona que reunirá este año en el ocio nocturno español a 4,2 millones de personas, según las previsiones de la federación de ocio nocturno España de Noche. Para Joe O’Curneen, director de la producción de Alcalá de Henares, la clave de su supervivencia está en que la obra “habla de la condición humana y sigue vigente”, pero, además, en que “ha sabido compaginar la tragedia y la comedia siempre”. En la lectura que Yllana hace del texto, encuentran más comedia de la que suele representarse: “Zorrilla estaba escribiendo en muchos momentos escenas de comedia, que se pueden ver con mucha gravedad, como es habitual, pero también como un juego”. Rafa Boeta, que firma la versión con O’Curneen, y que se ha encargado de casar la visión original del autor con la de la compañía, comparte el mismo pensamiento: “El texto es una sólida mezcla entre la comedia y la tragedia, como toda nuestra tradición castellana. El Siglo de Oro es una permanente transición entre lo terrible y lo cómico, algo como lo que sucede en la realidad actual”.
Además del tradicional montaje de Alcalá, mención especial merece el de Valladolid, representado desde 1977 en el teatro bautizado con el apellido del autor del texto, Zorrilla, por la compañía de la Asociación de Amigos del Teatro, que este año cuenta con la dirección de Elena Benito. Pero a pesar del éxito de representaciones tan arraigadas como estas, la tradición de representar el Tenorio en vísperas del día de Todos los Santos ya no es tan habitual como antes. “Es una tradición que se está perdiendo”, lamenta Ignacio García. “En Madrid, por ejemplo, desde principios del milenio pasado y hasta los años noventa, el teatro Español hacía un Don juan, pero desde hace 20 años es imposible encontrar uno en estas fechas”, termina. Por eso ha decidido devolver el mito a las tablas de la capital con su propia versión.
Con su doble propuesta, el Fernán Gómez no pretende rivalizar con la popular tradición anglosajona, pero sí evitar que la española desaparezca. “No me gusta ver al teatro como un elemento confrontativo, pero en la cultura tenemos una responsabilidad compartida, debemos ser garantes de mantener un legado y un patrimonio”, dice García. “El éxito del Tenorio no es el éxito de un autor, ni el éxito de una obra, es una decisión colectiva de hacer de esta obra un emblema”, concluye el director. Algo similar piensa Rafa Boeta: “Antes no había Halloween en España, ahora sí. Una tradición que está viva tiene que adaptarse a sus propias circunstancias. El mestizaje, que la cultura viaje, eso es nuestra época moderna”. Y en esta época moderna, aquí está la tradición española para quien quiera algo de ella.
A las famosas representaciones del clásico de Zorrila en ciudades como Valladolid o Alcalá de Henares se suma este año la recuperación de las leyendas sobre fantasmas y muertos que el autor romántico extrajo de la tradición popular EL PAÍS
Las calabazas y los disfraces terroríficos se han extendido en los últimos años en España, adoptando la celebración anglosajona de Halloween, pero hay tradiciones autóctonas que todavía resisten esa embestida. Hay quienes desempolvan las espadas, alistan las capas y ensayan —como si les hiciera falta— algunos de los versos más reconocidos del teatro español: los del Don Juan Tenorio de José Zorrilla, estrenado por primera vez en 1844. Como los difuntos tienen un papel destacado en la resolución del argumento, las representaciones de esta obra se convirtieron en una tradición en la fiestas en torno al Día de Todos los Santos, hasta el punto de que todavía hoy se replica en numerosos escenarios del país, en medio del bullicio comercial del “truco o trato”. Son fijos los Tenorios de Valladolid (ciudad natal de Zorrilla) y Alcalá de Henares, pero este año el teatro Fernán Gómez de Madrid se ha sumado a la lista con un montaje propio y añade además otro que tiene como punto de partida uno de los relatos de terror más populares de la literatura española: El monte de las ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer, fechado en 1861.
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El dramaturgo José Ramón Fernández ha ensamblado este relato con otros similares de Bécquer, todos ellos basados en leyendas populares, para armar un espectáculo contenedor que adopta el título de El monte de las ánimas. “Nos encantan las historias de terror. Nos gusta pensar qué pasará después de la muerte, pero por supuesto lo que nos llega más es lo que viene del imperio anglosajón y nos vamos quedando con eso. Lo que se encuentra en esas historias de monstruos inmortales o que reviven, en la tradición cinematográfica de hoy, lo encontramos en muchas de las leyendas del romanticismo español”, apunta Fernández. Le asombra que los madrileños, por ejemplo, “se saben todo lo de Halloween, pero no que en la iglesia de San Ginés aparece un hombre sin cabeza”. Ignacio García y Pepa Fernández, codirectores del montaje, inciden en esa idea: “Teníamos la necesidad de reivindicar una manera de celebrar el día de Todos los Santos de una manera propia. Y lo hacemos con textos imprescindibles de la literatura española para darlos a conocer a quienes no han podido acercarse a ellos, por la razón que sea”.
Ignacio García dirige también el Don Juan que ha programado de manera paralela el Teatro Fernán Gómez, con un elenco encabezado por Manuela Velasco y Carles Francino. “Hemos sufrido una invasión anglosajona del Halloween. No creo que haya que oponer resistencia a todo lo bueno que traen las tradiciones extranjeras, pero es una pena perder las propias”, insiste García. A pesar de todo, las dos funciones programadas en el Fernán Gómez (este jueves y viernes) ya han agotado las localidades. “Es que nos encantan estos grandes mitos anglosajones, pero muchas de esas historias estaban ya en nuestra literatura”, advierte el director. Y la de Don Juan es, de esas historias, la que mejor ha sobrevivido al paso del tiempo.
Antonio Pagudo, en un ensayo del ‘Don Juan de Alcalá’, la semana pasada. Pablo Monge
“Hacer a Don Juan es uno de los sueños que todo actor tiene. Él, Hamlet, Segismundo… son personajes que todos quieren tener en la maleta”, reflexiona el actor Antonio Pagudo. En su cuerpo, el burlador más famoso del teatro recorrerá la huerta del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, en Madrid, en una de las representaciones más multitudinarias del Tenorio que se celebran cada año en torno al Día de Todos los Santos, hasta el punto de que se promociona como el Don Juan de Alcalá. Las noches del 31 de octubre y el 1 de noviembre, cerca de 10.000 personas por día repetirán con él versos como aquel que empieza: “No es verdad, ángel de amor…”. “En Alcalá todo el mundo conoce los textos y los dicen contigo. Es como cuando Shakira o Karol G. cantan en un concierto”, dice Pagudo, todavía con la capa cayendo sobre su espalda, después de uno de sus ensayos. Con él, casi un centenar de personas trabajan para llevar a escena de nuevo este clásico español, encargado este año a la compañía de teatro Yllana, especializada en comedia gestual. Un total de 18 actores en escena, 25 voluntarios, dos jinetes —con sus caballos, desde luego— dos coordinadores de armas y 30 personas de equipo técnico. Todo un acontecimiento teatral, declarado en 2018 fiesta de interés turístico nacional, que sucede desde hace 40 años —dos interrupciones pandémicas de por medio— en las mismas fechas y con un éxito continuo en asistencia, aunque aprieten los primeros fríos del otoño.
Los versos de Zorrilla sobreviven a pesar del ajetreo de una fiesta anglosajona que reunirá este año en el ocio nocturno español a 4,2 millones de personas, según las previsiones de la federación de ocio nocturno España de Noche. Para Joe O’Curneen, director de la producción de Alcalá de Henares, la clave de su supervivencia está en que la obra “habla de la condición humana y sigue vigente”, pero, además, en que “ha sabido compaginar la tragedia y la comedia siempre”. En la lectura que Yllana hace del texto, encuentran más comedia de la que suele representarse: “Zorrilla estaba escribiendo en muchos momentos escenas de comedia, que se pueden ver con mucha gravedad, como es habitual, pero también como un juego”. Rafa Boeta, que firma la versión con O’Curneen, y que se ha encargado de casar la visión original del autor con la de la compañía, comparte el mismo pensamiento: “El texto es una sólida mezcla entre la comedia y la tragedia, como toda nuestra tradición castellana. El Siglo de Oro es una permanente transición entre lo terrible y lo cómico, algo como lo que sucede en la realidad actual”.
Ensayo del ‘Don Juan de Alcalá’ a cargo de la compañía de teatro Yllana, la semana pasada en Madrid.Pablo Monge
Además del tradicional montaje de Alcalá, mención especial merece el de Valladolid, representado desde 1977 en el teatro bautizado con el apellido del autor del texto, Zorrilla, por la compañía de la Asociación de Amigos del Teatro, que este año cuenta con la dirección de Elena Benito. Pero a pesar del éxito de representaciones tan arraigadas como estas, la tradición de representar el Tenorio en vísperas del día de Todos los Santos ya no es tan habitual como antes. “Es una tradición que se está perdiendo”, lamenta Ignacio García. “En Madrid, por ejemplo, desde principios del milenio pasado y hasta los años noventa, el teatro Español hacía un Don juan, pero desde hace 20 años es imposible encontrar uno en estas fechas”, termina. Por eso ha decidido devolver el mito a las tablas de la capital con su propia versión.
Con su doble propuesta, el Fernán Gómez no pretende rivalizar con la popular tradición anglosajona, pero sí evitar que la española desaparezca. “No me gusta ver al teatro como un elemento confrontativo, pero en la cultura tenemos una responsabilidad compartida, debemos ser garantes de mantener un legado y un patrimonio”, dice García. “El éxito del Tenorio no es el éxito de un autor, ni el éxito de una obra, es una decisión colectiva de hacer de esta obra un emblema”, concluye el director. Algo similar piensa Rafa Boeta: “Antes no había Halloween en España, ahora sí. Una tradición que está viva tiene que adaptarse a sus propias circunstancias. El mestizaje, que la cultura viaje, eso es nuestra época moderna”. Y en esta época moderna, aquí está la tradición española para quien quiera algo de ella.
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