“No es solo el precio del pan, es que no tenemos futuro”. Coincidiendo con la Cumbre de la ONU en Sevilla, El País publicó varios artículos sobre la situación en el Sur Global. La frase se recoge en un artículo de Patricia Blanco sobre la situación en Kenia, la séptima economía africana y uno de los 14 países en situación de sobreendeudamiento. El estudio de Walter Rodney sobre la situación africana se publicó en 1972 y no ha perdido vigencia. Sigue siendo una buena herramienta para entender que la situación actual de Kenia, como del resto de países africanos, es consecuencia de un modelo económico que pervive en sus diferentes mutaciones. El desarrollo de Occidente y el subdesarrollo de África son dos procesos de un mismo sistema: el imperialismo colonial. Es algo que queda claro en la frase del Coronel Ewart Grogan, quizá el colono blanco más famoso de Kenia: “Les hemos robado la tierra, ahora debemos robarles los brazos y las piernas”.. La deuda es la forma contemporánea de consumar esa expropiación; pero, durante siglos, el robo fue literal, ya que el tráfico de personas desde África fue el sector más rentable. Las cifras y sus consecuencias son incalculables. A partir del siglo XV, Europa y Asia experimentaron un despegue demográfico espectacular que no se produjo en África porque millones de seres humanos de entre cinco y cuarenta años fueron capturados y convertidos en productos. El tráfico de esclavos no sólo privó a África de recambios generacionales, sino que arrasó estructuras económicas y sociales.. Durante siglos, la explotación de África fue una fuente de acumulación de capital que posteriormente se reinvertía en Occidente. Se produjo un crecimiento sin desarrollo porque no sólo los bienes se expropiaban, sino que se crearon estructuras e infraestructuras que sólo tenían en cuenta los intereses de la metrópoli. Las comunidades agrícolas, ganaderas o artesanas fueron obligadas a adoptar sistemas de monocultivo o a trabajar en minas de materias primas. El estudio de Rodney, escrito desde la óptica marxista, hace hincapié en la superestructura ideológica necesaria para que esta situación de explotación se mantuviera en el tiempo. Se asume la pérdida de poder y capacidad de decisión por un proceso de inferiorización que, en la metrópoli, adopta la forma del racismo. Ningún pueblo puede esclavizar a otros sin interiorizar su superioridad natural.. Las infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África: para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y París. Las infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África, sino para facilitar los negocios de las empresas extractivistas. Para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y París. Todas las zonas productivas estaban conectadas a la metrópoli y aisladas entre ellas. La legislación garantizaba la exclusividad de la relación con la metrópoli y la orientación de la economía de la colonia a sus necesidades.. Esa división internacional del trabajo garantizó la prosperidad en Europa durante siglos. Las colonias permitieron la resistencia de Reino Unido, Francia o Bélgica al inicio de la Segunda Guerra Mundial y, tras el conflicto, los beneficios del colonialismo se difundieron por la población europea en forma del Estado del Bienestar. Los trabajadores europeos, sostiene Rodney, han pagado un enorme precio por las migajas de la mesa colonial: perpetuar su condición subalterna. El colonialismo se basa en el dominio y todo lo que el poder pruebe en las colonias se acabará haciendo en la metrópoli. La advertencia es de 1972. Rodney fue asesinado en 1980.. El libro de Walter Rodney es muy pertinente en un momento en el que el neoimperialismo regresa con fuerza. Ese país fue grande cuando tenía un imperio. Es decir, cuando podía vivir de sus colonias. Quizá, no nos damos cuenta de que Occidente no sabe lo que es desarrollarse económicamente por sus propios medios en relaciones de igual a igual. Occidente no sabe lo que es vivir sin vivir de los demás. De ahí, su miedo al presente y al futuro.. Seguir leyendo
“No es solo el precio del pan, es que no tenemos futuro”. Coincidiendo con la Cumbre de la ONU en Sevilla, El País publicó varios artículos sobre la situación en el Sur Global. La frase se recoge en un artículo de Patricia Blanco sobre la situación en Kenia, la séptima economía africana y uno de los 14 países en situación de sobreendeudamiento. El estudio de Walter Rodney sobre la situación africana se publicó en 1972 y no ha perdido vigencia. Sigue siendo una buena herramienta para entender que la situación actual de Kenia, como del resto de países africanos, es consecuencia de un modelo económico que pervive en sus diferentes mutaciones. El desarrollo de Occidente y el subdesarrollo de África son dos procesos de un mismo sistema: el imperialismo colonial. Es algo que queda claro en la frase del Coronel Ewart Grogan, quizá el colono blanco más famoso de Kenia: “Les hemos robado la tierra, ahora debemos robarles los brazos y las piernas”.La deuda es la forma contemporánea de consumar esa expropiación; pero, durante siglos, el robo fue literal, ya que el tráfico de personas desde África fue el sector más rentable. Las cifras y sus consecuencias son incalculables. A partir del siglo XV, Europa y Asia experimentaron un despegue demográfico espectacular que no se produjo en África porque millones de seres humanos de entre cinco y cuarenta años fueron capturados y convertidos en productos. El tráfico de esclavos no sólo privó a África de recambios generacionales, sino que arrasó estructuras económicas y sociales.Durante siglos, la explotación de África fue una fuente de acumulación de capital que posteriormente se reinvertía en Occidente. Se produjo un crecimiento sin desarrollo porque no sólo los bienes se expropiaban, sino que se crearon estructuras e infraestructuras que sólo tenían en cuenta los intereses de la metrópoli. Las comunidades agrícolas, ganaderas o artesanas fueron obligadas a adoptar sistemas de monocultivo o a trabajar en minas de materias primas. El estudio de Rodney, escrito desde la óptica marxista, hace hincapié en la superestructura ideológica necesaria para que esta situación de explotación se mantuviera en el tiempo. Se asume la pérdida de poder y capacidad de decisión por un proceso de inferiorización que, en la metrópoli, adopta la forma del racismo. Ningún pueblo puede esclavizar a otros sin interiorizar su superioridad natural.Las infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África: para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y ParísLas infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África, sino para facilitar los negocios de las empresas extractivistas. Para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y París. Todas las zonas productivas estaban conectadas a la metrópoli y aisladas entre ellas. La legislación garantizaba la exclusividad de la relación con la metrópoli y la orientación de la economía de la colonia a sus necesidades.Esa división internacional del trabajo garantizó la prosperidad en Europa durante siglos. Las colonias permitieron la resistencia de Reino Unido, Francia o Bélgica al inicio de la Segunda Guerra Mundial y, tras el conflicto, los beneficios del colonialismo se difundieron por la población europea en forma del Estado del Bienestar. Los trabajadores europeos, sostiene Rodney, han pagado un enorme precio por las migajas de la mesa colonial: perpetuar su condición subalterna. El colonialismo se basa en el dominio y todo lo que el poder pruebe en las colonias se acabará haciendo en la metrópoli. La advertencia es de 1972. Rodney fue asesinado en 1980.El libro de Walter Rodney es muy pertinente en un momento en el que el neoimperialismo regresa con fuerza. Ese país fue grande cuando tenía un imperio. Es decir, cuando podía vivir de sus colonias. Quizá, no nos damos cuenta de que Occidente no sabe lo que es desarrollarse económicamente por sus propios medios en relaciones de igual a igual. Occidente no sabe lo que es vivir sin vivir de los demás. De ahí, su miedo al presente y al futuro. Seguir leyendo
“No es solo el precio del pan, es que no tenemos futuro”. Coincidiendo con la Cumbre de la ONU en Sevilla, El País publicó varios artículos sobre la situación en el Sur Global. La frase se recoge en un artículo de Patricia Blanco sobre la situación en Kenia, la séptima economía africana y uno de los 14 países en situación de sobreendeudamiento. El estudio de Walter Rodney sobre la situación africana se publicó en 1972 y no ha perdido vigencia. Sigue siendo una buena herramienta para entender que la situación actual de Kenia, como del resto de países africanos, es consecuencia de un modelo económico que pervive en sus diferentes mutaciones. El desarrollo de Occidente y el subdesarrollo de África son dos procesos de un mismo sistema: el imperialismo colonial. Es algo que queda claro en la frase del Coronel Ewart Grogan, quizá el colono blanco más famoso de Kenia: “Les hemos robado la tierra, ahora debemos robarles los brazos y las piernas”.. Más información. Todas las críticas de ‘Babelia’. La deuda es la forma contemporánea de consumar esa expropiación; pero, durante siglos, el robo fue literal, ya que el tráfico de personas desde África fue el sector más rentable. Las cifras y sus consecuencias son incalculables. A partir del siglo XV, Europa y Asia experimentaron un despegue demográfico espectacular que no se produjo en África porque millones de seres humanos de entre cinco y cuarenta años fueron capturados y convertidos en productos. El tráfico de esclavos no sólo privó a África de recambios generacionales, sino que arrasó estructuras económicas y sociales.. Durante siglos, la explotación de África fue una fuente de acumulación de capital que posteriormente se reinvertía en Occidente. Se produjo un crecimiento sin desarrollo porque no sólo los bienes se expropiaban, sino que se crearon estructuras e infraestructuras que sólo tenían en cuenta los intereses de la metrópoli. Las comunidades agrícolas, ganaderas o artesanas fueron obligadas a adoptar sistemas de monocultivo o a trabajar en minas de materias primas. El estudio de Rodney, escrito desde la óptica marxista, hace hincapié en la superestructura ideológica necesaria para que esta situación de explotación se mantuviera en el tiempo. Se asume la pérdida de poder y capacidad de decisión por un proceso de inferiorización que, en la metrópoli, adopta la forma del racismo. Ningún pueblo puede esclavizar a otros sin interiorizar su superioridad natural.. Las infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África: para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y París. Las infraestructuras no estaban destinadas al desarrollo de África, sino para facilitar los negocios de las empresas extractivistas. Para llamar por teléfono desde Ghana, colonia británica, a la adyacente Costa de Marfil, colonia francesa, había que pasar por las centralitas de Londres y París. Todas las zonas productivas estaban conectadas a la metrópoli y aisladas entre ellas. La legislación garantizaba la exclusividad de la relación con la metrópoli y la orientación de la economía de la colonia a sus necesidades.. Esa división internacional del trabajo garantizó la prosperidad en Europa durante siglos. Las colonias permitieron la resistencia de Reino Unido, Francia o Bélgica al inicio de la Segunda Guerra Mundial y, tras el conflicto, los beneficios del colonialismo se difundieron por la población europea en forma del Estado del Bienestar. Los trabajadores europeos, sostiene Rodney, han pagado un enorme precio por las migajas de la mesa colonial: perpetuar su condición subalterna. El colonialismo se basa en el dominio y todo lo que el poder pruebe en las colonias se acabará haciendo en la metrópoli. La advertencia es de 1972. Rodney fue asesinado en 1980.. El libro de Walter Rodney es muy pertinente en un momento en el que el neoimperialismo regresa con fuerza. Ese país fue grande cuando tenía un imperio. Es decir, cuando podía vivir de sus colonias. Quizá, no nos damos cuenta de que Occidente no sabe lo que es desarrollarse económicamente por sus propios medios en relaciones de igual a igual. Occidente no sabe lo que es vivir sin vivir de los demás. De ahí, su miedo al presente y al futuro.. Walter Rodney. Prólogo de Ángela Davis. Traducción de Beatriz Ruiz. Capitán Swing, 2025. 424 páginas. 25 euros. Búsquelo en su librería
EL PAÍS