Carme Portaceli le ha pillado afición a esto de adaptar novelas: Jane Eyre, Frankenstein, Mrs. Dalloway, La casa de los espíritus, Madame Bovary, La madre de Frankenstein… Ella misma lo defiende, siempre que tiene ocasión: “¡Es lo que hacen en Europa!”. Ahora dirige en el TNC la adaptación (firmada por Anna Maria Ricart a partir de la traducción de Andreu Nin) de Anna Karènina, la gran novela de León Tolstói. Un montaje de más de tres horas protagonizado por Ariadna Gil. La mirada risueña de la actriz ondea en las banderolas de Barcelona.
A veces, las adaptaciones funcionan y otras, ay, naufragan en su empeño. Llevar una novela de mil páginas al escenario obliga, inevitablemente, a sintetizar tramas y personajes, dejando fuera mucho material. Este montaje es como asistir a una conferencia en la que se nos explica el libro, una especie de teatralización donde sus esforzados intérpretes hacen lo que pueden con esta titánica misión. Una de las particularidades de la propuesta viene de un intercambio con el KVS de Bruselas (coproductor del espectáculo): Andie Dushime interpreta la narradora o voz de la consciencia, una especie de Pepito Grillo que comenta lo que pasa dentro de la cabeza de los personajes. Ella habla en inglés (el montaje es en catalán) y nos proporciona la información ahí donde la dirección o la dramaturgia no han llegado. “Love is light, love is warm” (el amor es ligero, el amor es cálido), afirma. Y esto lo dice, paradójicamente, en un montaje tan frío e impersonal como la arquitectura posmoderna del TNC. Mucho espacio, cristal y mármol, pero muy poca alma.
Entre el reparto, destaca la joven Miriam Moukhles: definitivamente, este ha sido su año. Después de Nodi: de gossos i malditos y Tots ocells, aquí se confirma como una actriz con mucho talento, gracia e inteligencia. Además, canta como los ángeles y tiene un encanto imposible de fingir. Durante la primera parte, su Kitty es la dueña absoluta de la función, muy bien secundada por Bernat Quintana como Levin: un actor que queremos ver más a menudo en nuestros escenarios. Ariadna Gil construye una Karènina fuerte y resolutiva, una mujer que se avanza a su época en un mundo que todavía no está preparado para ella. Es una lástima que el Vronski de Borja Espinosa no esté al mismo nivel, y Jordi Collet como el apocado marido parece que toque con sordina. En papeles más secundarios, Eduard Farelo y Bea Segura cumplen con su cometido, aunque a ratos parece que se encuentren en otro espectáculo. Los desajustes de tonos siempre se deben a la dirección.
El espacio escénico de Alessandro Arcangeli y Paco Azorín basa toda la propuesta en un raíl circular que no se acaba de explotar, obligando a los intérpretes a vigilar sus pasos. El trenecito que da vueltas es una imagen bonita y resultona, pero da la sensación de ser un simple elemento decorativo. Todas las familias felices se parecen… Pero cada adaptación fallida lo es a su manera.
La adaptación de Anna Karenina que dirige Carme Portaceli en Barcelona es un montaje frío e impersonal que se aparenta a una conferencia sobre el libro EL PAÍS
Carme Portaceli le ha pillado afición a esto de adaptar novelas: Jane Eyre, Frankenstein, Mrs. Dalloway, La casa de los espíritus, Madame Bovary, La madre de Frankenstein… Ella misma lo defiende, siempre que tiene ocasión: “¡Es lo que hacen en Europa!”. Ahora dirige en el TNC la adaptación (firmada por Anna Maria Ricart a partir de la traducción de Andreu Nin) de Anna Karènina, la gran novela de León Tolstói. Un montaje de más de tres horas protagonizado por Ariadna Gil. La mirada risueña de la actriz ondea en las banderolas de Barcelona.
A veces, las adaptaciones funcionan y otras, ay, naufragan en su empeño. Llevar una novela de mil páginas al escenario obliga, inevitablemente, a sintetizar tramas y personajes, dejando fuera mucho material. Este montaje es como asistir a una conferencia en la que se nos explica el libro, una especie de teatralización donde sus esforzados intérpretes hacen lo que pueden con esta titánica misión. Una de las particularidades de la propuesta viene de un intercambio con el KVS de Bruselas (coproductor del espectáculo): Andie Dushime interpreta la narradora o voz de la consciencia, una especie de Pepito Grillo que comenta lo que pasa dentro de la cabeza de los personajes. Ella habla en inglés (el montaje es en catalán) y nos proporciona la información ahí donde la dirección o la dramaturgia no han llegado. “Love is light, love is warm” (el amor es ligero, el amor es cálido), afirma. Y esto lo dice, paradójicamente, en un montaje tan frío e impersonal como la arquitectura posmoderna del TNC. Mucho espacio, cristal y mármol, pero muy poca alma.
Entre el reparto, destaca la joven Miriam Moukhles: definitivamente, este ha sido su año. Después de Nodi: de gossos i malditos y Tots ocells, aquí se confirma como una actriz con mucho talento, gracia e inteligencia. Además, canta como los ángeles y tiene un encanto imposible de fingir. Durante la primera parte, su Kitty es la dueña absoluta de la función, muy bien secundada por Bernat Quintana como Levin: un actor que queremos ver más a menudo en nuestros escenarios. Ariadna Gil construye una Karènina fuerte y resolutiva, una mujer que se avanza a su época en un mundo que todavía no está preparado para ella. Es una lástima que el Vronski de Borja Espinosa no esté al mismo nivel, y Jordi Collet como el apocado marido parece que toque con sordina. En papeles más secundarios, Eduard Farelo y Bea Segura cumplen con su cometido, aunque a ratos parece que se encuentren en otro espectáculo. Los desajustes de tonos siempre se deben a la dirección.
El espacio escénico de Alessandro Arcangeli y Paco Azorín basa toda la propuesta en un raíl circular que no se acaba de explotar, obligando a los intérpretes a vigilar sus pasos. El trenecito que da vueltas es una imagen bonita y resultona, pero da la sensación de ser un simple elemento decorativo. Todas las familias felices se parecen… Pero cada adaptación fallida lo es a su manera.
Anna Karènina
Texto: León Tolstoi. Dirección: Carme Portaceli. Dramaturgia: Carme Portaceli y Anna Maria Ricart Codina.. Adaptación: Anna Maria Ricart Codina (a partir de la traducción de Andreu Nin).
Intérpretes: Ariadna Gil. Jordi Collet, Andie Dushime, Borja Espinosa, Eduard Farelo, Miriam Moukhles, Bernat Quintana y Bea Segura.
Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 29 de diciembre.