La actriz hispano-cubana salva de la obviedad la prolongación de una saga ya mítica. Y lo hace, más mérito, con el planteamiento y el argumento más atolondrados e idiotas de la historia Leer
La actriz hispano-cubana salva de la obviedad la prolongación de una saga ya mítica. Y lo hace, más mérito, con el planteamiento y el argumento más atolondrados e idiotas de la historia Leer
Partimos de la base que pedir rigor, profundidad dramática, coherencia en la estructura y verosimilitud en las motivaciones de los personajes a una película de acción en general y de la familia John Wick en particular resulta tan sensato como exigir a un villano de película nacido en Rusia que no arrastre las erres hasta el dolor. En Ballerina se da todo y sin remedio: nada tiene sentido y los malvados hacen sangrar a la consonante vibrante, alveolar y múltiple (eso dice la fonética de la pobre erre) sin el menor atisbo de piedad. Pero, a un lado lingüística y semántica, de lo que se trata es de saber si estamos ante una continuación, prolongación o segundo plato digno del original; si el placer siempre culpable de ver cómo un señor pulveriza con su laconismo a todo ser viviente con el que se cruza se mantiene; si Ana de Armas está a la altura de Keanu Reeves, y si el director Len Wiseman llega al nivel de abstracción desprejuiciada del fundador de todo esto Chad Stahelski. Y la respuesta, aunque de manera bastante inestable, es que sí. Todo es un disparate, pero no hay modo de resistirse al poder que emana la protagonista a cada paso (u hostia) que da.. En verdad, la cosa empieza mal. Incluso muy mal. En el alocado empeño de otorgar un propósito a la heroína, Ballerina se abre con una de las escenas más chuscas de la saga donde una niña (con un asombroso parecido a Ana de Armas, eso sí) contempla el asesinato de su padre. Lo que sigue, como no es complicado imaginar, es el camino de la venganza. Nuestra protagonista entrará a formar parte de la escuela de baile Rusko Roma donde aprenderá, además de a pelear, a, ya se ha dicho, hablar con la erre gracias a la ayuda de una Anjelica Huston muy cerca del esperpento, la verdad. Lo primero lo consigue; lo segundo, gracias a dios y al buen nombre de la gramática, no. Del Pas a deux al que se supone se refiere el título, por cierto, ni rastro. La película, situada entre la tercera y cuarta entrega de John Wick, plantea una simpática paradoja. Si todo el empeño del personaje de Keanu Reeves consistía en intentar huir (sin éxito, claro) del submundo de los asesinos tatuados, todos los esfuerzos del de Ana de Armas se encaminan en justo la dirección contraria: cuanto más tatuajes mejor. Todo sea por el desquite paterno.. Luego, en el segundo acto digamos, la cosa no mejora. Aquí hemos venido a ver lo que hemos venido a ver y las primera escenas de acción no dejan de ser de una vulgaridad lacerante. No ayuda que el absurdo y derrotado mutismo zen que definió al héroe original ni esté ni se le espere y que, salvo en un instante en el que los golpes con el mando a distancia hacen saltar a ritmo los canales de televisión, el sentido del humor, en busca y captura, solo figure por omisión. Desde luego, el guion consigue por un momento lo que parecía imposible: que de puro simple no se entienda nada. Arrecian las preguntas: ¿Hay alguien en le reparto y entre los extras que no sea de la secta dirigida por el personaje Gabriel Byrne? ¿Cuál es la diferencia entre los sicarios de Rusko Roma y los seguidores del Canciller? ¿Le sale al hotelero al que da vida Ian McShane mantener un establecimiento en una situación tan precaria y con tanto destrozo? Y una más: ¿Por qué no instalan cámaras de vigilancia en vez de colocar a un señor a mirar por telescopios de juguete en el pueblo nevado de, otra vez, la secta?. Así hasta llegar al último acto con las reservas de confianza al mínimo. Y sorpresa. Es entonces cuando todo cambia. No diremos que cobra sentido, sino que cambia. ¿Compensa esperar tanto? Sí con reservas, pero sí. Ahora vemos a Ana de Armas convertida por fin en Ana de Armas Tomar (imposible resistirse al chiste). Justo ahora las escenas de acción cobran vigor, se estilizan hasta el paroxismo y el verdadero espíritu de Wick se introduce en el cuerpo de Ballerina. La escena de los platos reventados uno detrás de otro en la cabeza de la oponente cocinera, la de las granadas, la lucha con lanzallamas, la persecución por los tejados deslizantes y, la preferida, la conversión de unos zapatos de patinaje en la más terrorífica de las armas de corte nos recuerda a lo que habíamos venido. De repente, la energía de Ana de Armas con todas y cada una de sus vulnerabilidades y dudas a la vista le otorga el empaque de una digna sucesora. Digamos que el objetivo se consigue justo al límite, pero ahí queda. Ana de Armas es suficiente. O como diría el ruso o la rusa: Arra de Arrrmas es sufienterrrr.. —. Dirección: Len Wiseman. Intérpretes: Ana de Armas, Anjelica Huston, Gabriel Byrne, Lance Reddick. Duración: 125 minutos. Nacionalidad: Estados Unidos.
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